A los políticos y a los periodistas/analistas hay que ver lo que nos gustan las encuestas electorales. En ocasiones marcan deseos que todos llamamos ‘tendencias’ pero que no dejan de ser eso, meros deseos. Porque son ya habituales los fallos en que incurren los diferentes estudios demoscópicos y sin embargo seguimos confiando en ellos pese a que la gente continúe mintiendo en las entrevistas, los encuestadores no hacen bien su trabajo o las empresas encargadas de realizar los muestreos sirvan a su amo y, en consecuencia, amolden el resultado a las exigencias de un guión previamente trazado. Porque una encuesta no deja de ser también arma arrojadiza que puede provocar movimientos en uno u otro sentido en busca del voto ‘útil’ y en ocasiones alejado de ideologías. A pesar de todo, nos encantan las encuestas, se puede decir que endulzan o sazonan los periodos preelectorales a la espera del resultado definitivo que arrojen las urnas.

Cataluña se enfrenta el jueves a una nueva cita electoral y la coctelera política no puede tener más ingredientes. Así no hay forma de hacer una encuesta. Tantas variables no caben en un algoritmo demoscópico por mucho que se quiera. En los últimos siete años los catalanes han sido llamados a las urnas en cuatro elecciones autonómicas (2010, 2012, 2015 y 2017), tres generales (2011, 2015, 2016), unas europeas (2014) y dos municipales (2011 y 2015). Encima se augura una participación masiva, histórica, por encima del 80%. Se enfrentan partidos tradicionales que han cambiado de nombre como CiU (ahora Junts per Catalunya) a otros que mantienen sus denominaciones tradicionales como el PSC, el PP, Ciudadanos o Esquerra, pero todo finalmente va a depender de lo que decidan formaciones más minoritarias y nuevas como son la CUP o Catalunya en Comú Podem. Hay candidatos huidos, candidatos encarcelados, candidatos que están por la declaración unilateral de independencia pero disimulan visto el desastre del procés y candidatos constitucionalistas aunque dentro de éstos existen también matices entre los claramente posicionados a favor de la Carta Magna y la unidad de España y los que hemos visto recorrer la senda en uno u otro sentido al albur de los acontecimientos.

AL FINAL, lo que parece estar más o menos claro es que hay dos bloques, uno representado por los independentistas de Esquerra (ojo, que en 2010 tenía 10 diputados) y otro liderado por los constitucionalistas de Ciudadanos (ojo, que en 2006 ni existían). Y sobre eso gira el resto de partidos o aliados en función de las semanas: Puigdemont y su nuevo partido deambulan arriba abajo e igual pasa con el PSC de Miquel Iceta, que lo mismo una encuesta lo sitúa inmediatamente detrás de Ciudadanos y su lideresa, Inés Arrimadas, que otra lo aúpa varios puntos o lo coloca casi a la par. Lo que sí aducen todas es la caída en picado y sin frenos del PP, partido que podría alcanzar mínimos históricos, aunque desde Génova se agarran a eso que decía al principio, el voto oculto que jamás arrojan las encuestas y que finalmente dará un resultado mejor.

En cualquier caso, lo que sí parece imposible es la constitución de un gobierno claro. No va a haber mayorías absolutas y no se aprecian alianzas a priori, pero si ha de producirse alguna caben más posibilidades en el bando de los separatistas que en el de los constitucionalistas, lo cual anticipa un proceso tan complicado como el propio procés y la llegada del 155. En voz baja algunos empiezan a hablar ya de una repetición de elecciones con todo lo que ello conllevaría, aunque no deja de ser darle una patada al balón para adelante sin hallar solución.

Al PP se le antoja mejor una victoria del PSC que de Ciudadanos y el PSC no quiere para nada verse en la tesitura de tener que apoyar a un gobierno de los de Rivera. En el bando constitucionalista, los naranjas roban votos al PP y atraen electores del PSOE y eso tiene sus consecuencias en el resto del país donde van a venir más convocatorias electorales. Lo mismo pasa con Catalunya en Comú Podem: si tiene que apoyar a alguien mejor al PSC que a Ciudadanos, cruce éste último imposible de explicar fuera de Cataluña.

En consecuencia, ahora todos están afanados en ganar las elecciones o en cosechar cuantos más votos mejor, pero en su fuero interno muchos desearían que las encuestas esta vez fallaran de verdad y otorgaran un resultado claro que no trajera aparejado un ‘sudoku’ de imposible solución sin salir escaldado.