Los dos grandes pilares de la política regional, la igualdad social y las políticas económicas que la hagan posible con la redistribución de rentas, han marcado una semana de vísperas, con una cierta muesca en el calendario que señala la segunda gran confluencia de la legislatura en la izquierda extremeña, la aprobación de la Ley de Emergencia Social de la Vivienda, y por otro lado resalta la asignatura económica pendiente, expresada en los malos resultados de la Encuesta de Población Activa, EPA.

Semana de vísperas por la expectativa de dos encuentros relacionados con este último factor, el económico, como son el intento de aclarar una de las vías de nuevo modelo de crecimiento, las energías renovables que abordará el presidente de la Junta el lunes con el ministro de Energía Álvaro Nadal, y un segundo encuentro no menos importante como el del jueves 2, ya en Extremadura, para abordar de una vez -esperemos- el déficit denigrante en las comunicaciones ferroviarias.

Como procedía, los primeros meses de esta legislatura de nuevo socialista aunque sin mayoría, estaban dedicados a la política social. A tapar los continuos agujeros de un conjunto de familias extremeñas sin trabajo ni expectativas de tenerlo, acreedoras por tanto del derecho constitucional a una vida digna a través del esfuerzo laboral, y exigentes de vivienda al no poder pagar ya esas hipotecas o alquileres, así como precarias hasta caer en la necesidad de suministros mínimos de electricidad o agua.

Esas políticas sociales, junto al mantenimiento de otras dos columnas básicas de la igualdad como son la sanidad y la educación, han entretenido en el buen sentido el primer año y medio de legislatura, porque fechas atrás se han cumplido los 18 meses de la toma de posesión del Gobierno de Fernández Vara.

Podemos ha sido responsable, no se le puede achacar nada, y sostenido las dos grandes leyes sociales, la de Medidas Extraordinarias contra la Exclusión Social en el verano pasado, y la de Emergencia de la Vivienda de estos días atrás, aunque en este segundo caso no ha querido ir más allá de la abstención.

Pero al Ejecutivo basado en el grupo parlamentario PSOE-SIEx lleva cierto tiempo tocándole la campana de la otra necesidad, las políticas económicas.

En teoría deberían haber arrancado en septiembre pasado, cuando debieran haberse concretado las estrategias de Economía Verde anunciadas por el presidente en junio. Posiblemente el guirigay interno del Partido Socialista lo ha impedido, pero la cuestión no puede aplazarse mucho más.

Son notorios, para quien conozca la región, los casos de votantes socialistas de mediana edad, hartos de ser parados de larga duración y al borde o traspasada la desesperación, que echan en cara sin tapujos y de forma pública al Gobierno extremeño ese agujero. Es la economía, estúpido; la misma que está permitiendo a Mariano Rajoy aumentar crédito electoral porque el votante agradece la más mínima recuperación, pero igualmente la que ha intensificado las luces rojas en Extremadura con los resultados de la EPA.

Indudablemente en esa línea vaya el posible cambio de Gobierno y el nuevo impulso político que esté preparando Guillermo Fernández Vara, pero para el cual necesita que esta semana empiecen a despejarse incógnitas como ese tratamiento a las energías renovables, y si cabe, o no, un cierto esfuerzo inversor del Gobierno central en los trabajos del tren de alta velocidad, que en cualquier caso habrá que arrancar a base de movilización.

El alumbramiento de algún tipo de expectativa de mejoría económica; planes que motiven al empresariado e inversor, y movilicen a una ciudadanía cansada de la inercia que se agota, y que compra billete de ida sin vuelta, no pueden esperar mucho más.

El fútbol dicen que es un estado de ánimo, la confianza política también.

*Periodista.