Cuesta encontrar médicos para el sector público en varias comunidades autónomas, entre ellas Extremadura, a pesar de que la proporción española de 3,8 facultativos por cada 1.000 habitantes supera la media de la OCDE, que está situada en 3,4. Los motivos para que se haya llegado a esta situación de carencia son muy diversos. La sociedad española ha evolucionado rápidamente, el censo ha crecido --con el consabido impacto de la inmigración, desigual en las comunidades autónomas--, el propio sistema sanitario --prestación de nuevos servicios-- se ha disparado y sectores como la informática, las telecomunicaciones y las ciencias empresariales han multiplicado exponencialmente su oferta de trabajo y han desplazado a la medicina como una de las carreras socialmente más reconocidas a pesar de que sigue siendo una de las más demandadas.

A este marco de referencia hay que añadir las condiciones laborales que aguardan a los nuevos titulados, para los que el acceso al sector privado presenta pocas dificultades y la emigración a países vecinos resulta atractiva por la perspectiva de una mejor remuneración que en España, situación que se produce incluso con el vecino Portugal, destino de decenas de médicos extremeños.

Se trata, además, de un problema que se agravará en los próximos 10 años, cuando se jubile el grueso de los médicos que empezaron a ejercer en los años 70, cuando empezó a desarrollarse lo que es hoy el Sistema Público de Salud. En consecuencia, es urgente revisar la oferta de plazas en las universidades, insuficiente para absorber la demanda futura y la retribución y la senda profesional que debe seguir un joven médico hasta asentarse en la profesión. También es preciso revisar la distribución de profesionales en el mapa sanitario español, habida cuenta de que, según todos los indicios, la falta de especialistas se registra sobre todo fuera de las grandes ciudades, donde cabe hablar a veces de superávit.

Mientras tanto, como han hecho otros países europeos, se ha optado por importar médicos extranjeros: de los países latinoamericanos, en primera instancia, por razones obvias de proximidad cultural y en los últimos tiempos de países del Este como Polonia, que cuentan con una homologable formación profesional. El Servicio Extremeño de Salud ha incorporado en los últimos dos años a alrededor de 60 médicos polacos. La medida es comprensible dentro de la realidad general de mundialización de los mercados y de consolidación de la UE, y en buena lógica los ciudadanos deberán de acostumbrarse al hecho de que la inmigración no es patrimonio exclusivo de actividades poco cualificadas. A pesar de todos estos condicionantes, hay que asegurar los controles de calidad de la práctica profesional y facilitar a los médicos extranjeros programas de formación que faciliten su adaptación al sistema sanitario local y el dominio del español. Los pacientes necesitan tanto el conocimiento técnico como la buena comunicación con el médico.