El régimen de Kim Jong-un ha denegado la entrada al país norcoreano a un operador de cámara español por temor al contagio del virus, medida ciertamente fuera de lugar, pero quizás llegue el día que, en vez de cerrar fronteras a ciudadanos de países que hayan tenido contagiados de ébola, se les cierren a los políticos y banqueros españoles, por temor al contagio de otro virus que aquí parece muy contagioso, la corrupción. Además, es difícil de detectar, pues los infectados no suelen conocerse hasta el último año de legislatura de cualquier partido, por lo que el periodo de incubación pudieran ser tres años, pero los hay que permanecen latentes (que no dormidos) durante gobiernos enteros, mandatos y/o post-mandatos continuados, cepas del mismo virus, como la famosa cepa catalana, valenciana, murciana, madrileña, andaluza... hasta hay mutaciones dentro de una misma familia o partido.

Lo que está claro es la peligrosidad y alto nivel del contagio del virus dentro de "los grupos de riesgo", visto el elevado número de infectados. El virus, al parecer, se vuelve más virulento y contagioso una vez que los infectados pasan por escaños, sillones, cargos o consejos de administraciones. El problema es detectarlo antes y no después, porque milagrosa o judicialmente, la mayoría no sufre secuelas ni físicas, ni penales o civiles, salvo excepciones, aquellos infectados que han tenido contacto con una vacuna típica de grupo de riesgo llamada "chivo expiatorio". Una vez reconocida la epidemia, todos se han volcado en buscar otras vacunas, que si transparencias, códigos éticos, publicaciones de cuentas... la cuarentena no, que eso de que me voy para que no me investiguen que ya volveré, parece muy poco efectiva, incluso se ha apelado al "perdón" o a la "desolación", y menos mal que no han continuado con el "ha sido sin querer" porque evidentemente ha sido queriendo. Y eso sin contar las verdaderas víctimas, los miles de "no infectados" que pertenecen a ese "grupo de riesgo", y que en algunos casos hasta han expuesto sus vidas y las de sus familiares. Una pena, sobre todo para los sanos, que sí la sufren.