TAtlguien dijo que las estatuas eran los pisapapeles de la Historia y que bajo sus pedestales algunos aprovechan, cual criadas remolonas bajo las alfombras, para esconder las cascarrias. En Badajoz están erigiendo estatuas a los conquistadores ("que no nos dejaron nada", como decía Pablo Guerrero ) y el personal anda revuelto. Yo estoy con los revueltos porque me aterran las estatuas que se levantan en los desiertos. No es que Badajoz sea un desierto, sino que en nuestra relación con América, la de Badajoz y España, hay un vacío que estremece. En los últimos años sólo Miguel de la Quadra con sus rutas y Anthony Blake (que se llama José Luis González Panizo, amigo Mediero ) con sus reportajes sobre los huracanes del Caribe, han mostrado otra cara distinta a la de los bancos de San Francisco. Pasado el 92 e instaladas las nuevas generaciones de la España imperial con Trillo y Palacio, América se quedó como el campo de batalla de nuestros conquistadores. ¿Quién puede hablar con conocimiento de causa de mayas y toltecas, de Eduardo Galeano y las causas del subdesarrollo latinoamericano o de las estructuras de aquellas civilizaciones que se llevó por delante la furia hispana?

Es cierto que fue una gesta, una hazaña sin parangón e incluso hay quien glosa la buena suerte de aquellos indígenas conquistados por los nuestros comparándola con la suerte que tuvieron los apaches conquistados por Búfalo Bill. Pero estamos en el siglo XXI y hay medios más que suficientes para lograr la subjetividad. Igual hay que poner junto a cada estatua del Paseo Fluvial un libro de Borges, de Neruda, Roa, Bastos o García Márquez, y leer algunas páginas bajo la sombra de mármol de las espadas.

*Dramaturgo