Una media de 12.000 niños mueren de hambre cada día en el mundo. Una cifra apabullante. Si chocaran dos trenes llenos de niños y muriesen todos, eso sería una bomba muy noticiable. Al menos el primer día. Sin embargo, que mueran de hambre no lo es. Ahora bien, que lo haga una mujer que vive como un vegetal desata la hipocresía de la Iglesia, las actuaciones por puro interés electoralista de un político impresentable y de muchas personas que se apuntan a cualquier circo mediático. De los que se rasgan las vestiduras por un padre que quería darle una muerte digna a su hija, ¿cuántos colaboran en causas humanitarias a diario? ¿Cuántos aportan dinero para oenegés? ¿Cuántos conocen la cifra de 12.000 niños con estómagos hinchados, cuya única meta es que la muerte acabe con su calvario? Hay veces, demasiadas, en que uno siente vergüenza ajena viendo el comportamiento de sus semejantes. Y esta es una de ellas.

P. López **

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