Secretario de RRII de CCOO de Extremadura

En el segundo trimestre del 2003 tuvo lugar la firma del Tratado y Acta de Adhesión de los nuevos diez países que pasarán a formar parte de la nueva Unión Europea. Algo lejos queda nuestra adhesión en la mitad de los ochenta, pero su influencia se ha dejado notar claramente en Extremadura. Si hay comunidades que saben apreciar las ventajas de pertenecer a la UE, sin duda puede ser la nuestra.

Razón de más para manifestar nuestro apoyo con respecto a la incorporación de estos países, que debe ser inequívocamente a favor. Lejos de caer en la mera complacencia, somos conscientes que dentro de una Europa más amplia los impactos económicos, sociales y laborales los vamos a sentir. Pero sería tremendamente injusto que territorios como el nuestro, receptores de buena parte de los fondos comunitarios, no avalásemos este proceso, a pesar de las dudas que toda nueva configuración implica en numerosos campos en los que Extremadura se sigue jugando todavía mucho.

Las incógnitas sobre la futura ampliación son considerables: determinar el montante del presupuesto comunitario a partir del 2006, las repercusiones sobre la actividad económica y el empleo, los posibles riesgos de deslocalización en torno a las relaciones laborales y las condiciones de trabajo, la presión para la renacionalización de las principales actuaciones comunitarias, los atrasos estructurales de los países que se van a incorporar, son elementos que nos deben hacer reflexionar y estar bien atentos. El nivel de convergencia real de Extremadura está aún muy por debajo de los niveles medios de la mayoría de las regiones de la Unión, y por tanto debemos seguir reivindicando ayudas que consigan este objetivo. Pero no debemos errar el tiro. Mantener los niveles de aproximación no debe pasar por combatir la posibilidad de competir con nuevas regiones que tienen necesidades objetivas como la nuestra, y que se deben atender. La batalla hay que centrarla en pelearlos en las instituciones donde tengamos representación (Parlamento Europeo, Comité de Regiones, Consejo Económico y Social...), el mantener la estrategia de desarrollo fundamental para las regiones objetivo 1.

Sin duda, los últimos acontecimientos nos alejan de ese objetivo. Así, las limitaciones al alcance financiero de las futuras acciones estructurales manifestadas por Francia y Alemania y motivada por sus problemas internos, la errática política de clara desunión europea puesta de manifiesto en el conflicto iraquí o las regresivas recetas inglesas, tratando de modificar las ayudas exclusivamente al ámbito nacional y queriendo ignorar, intencionadamente, las claras diferencias entre regiones de un mismo país, son elementos que no ayudan precisamente a albergar buenas esperanzas.

A pesar de esta situación, Extremadura debe reivindicar, hoy si cabe con mayor intensidad, más y mejor Europa. Es posible que la aventura hacia al Atlántico Norte desplegada por el Gobierno central puede restarnos aliados en Europa a la hora de garantizar los medios suficientes para abordar el nuevo marco de apoyo comunitario, y esto puede suponer reducción de ayudas en las regiones como Extremadura. Por ello, desde las instituciones y organizaciones extremeñas exijamos al Gobierno una clara posición por mejorar y ampliar las relaciones con nuestros socios europeos, que son en definitiva los aliados naturales. Porque de lo contrario ¿se asumirá desde el Gobierno de la nación para Extremadura la suficiencia en términos económicos y sociales hasta conseguir los adecuados niveles de convergencia real?

Debemos seguir pegados a la locomotora europea. Sabemos lo que significa estar desenganchados, y su trascendencia para los intereses de Extremadura. Por eso, merece un acuerdo unitario y colectivo, en el que nos comprometamos a seguir reivindicando nuestras prioridades de actuación: mejorar nuestro tejido productivo; apostar por la consolidación de la sociedad del conocimiento; estimular los niveles de productividad, cualificación y conocimiento del capital humano; invertir en educación y formación profesional; reforzar los niveles de empleo estable y seguro; ampliar el grado de desarrollo local y urbano; fortalecer las redes de transporte respetando el entorno natural y mejorar la política agraria común.

Estos retos deben compatibilizar nuestra posición solidaria con la ampliación. Seguro que hay tentaciones de buscar algún culpable sobre el incierto futuro europeo, pero sería injusto por nuestra parte achacarlo al hecho de cambiar la liga de quince por otra más amplia donde convivan veinticinco, con sus riesgos, pero también sus oportunidades.