Ahora que ha pasado la tormenta mediática provocada por el discurso del Papa en Ratisbona, hora es de preguntarnos qué es lo que realmente dijo. El Vaticano se vio obligado a desplegar su imponente diplomacia para explicar al mundo islámico lo que no había dicho ni querido decir (que Mahoma era un terrorista), pero si queremos saber lo que dijo habrá que volver al texto.

Joseph Ratzinger quería hablar en la universidad de Ratisbona de los fundamentos y límites de Europa. Empieza el discurso ajustando las cuentas con lo que pudieran ser raíces posibles: el cristianismo, el judaísmo y el islam. Descarta al islam porque le falta un hervor, anclado como anda en formas teocráticas que desconocen la complejidad del mundo moderno. Del judaísmo pasa olímpicamente porque lo único que retiene de él es lo que ha pasado al cristianismo. Se queda, lógicamente, con el cristianismo, y lo que en él destaca no es, por ejemplo, algo tan bíblico como la memoria de las injusticias, sino lo bien que se ha emparejado con la razón griega.

Roma y Atenas han hecho un dúo insustituible: el cristianismo ha encontrado en la filosofía griega la ayuda ideal para hacerse comprensible hasta por los no creyentes y para transformar la historia suministrando ideas a la política o a la ética; el logos griego, por su parte, se ha visto compensado con una visión de la razón llena de humanidad y de apertura a horizontes lejanos.

Aunque la conferencia del Papa tenía el formato de un discurso académico, la opinión pública no se ha equivocado al atribuirle una intencionalidad política. El Papa quería dejar bien sentado que Europa no es bizantina, sino cristiana. De la España de las Tres Culturas se decía que era bizantina porque en ella convivían las tres leyes. Hasta que se expulsó a moriscos y judíos, con lo que pasó entonces a ser europea, es decir, solamente cristiana. Con la reivindicación de una Europa cristiana, se está mandando un mensaje a Turquía, país que no debería formar parte de la Unión Europea.

XEL SEGUNDOx mensaje que llega desde Ratisbona es que el cristianismo es europeo. Aunque esté por todo el mundo, es en Europa, en ese encuentro con la racionalidad griega, donde se fragua su personalidad. El teólogo alemán se suma así a las delirantes teorías de pensadores compatriotas, como Hegel o Marx , que hacían de centroeuropa el ombligo del mundo. Un delirio, hay que reconocer, que también pusieron en juego eminencias españolas para justificar lo hecho en América. Lo que justificaba la guerra de los españoles a los indios era la superioridad cultural.

El Papa académico habla de complementariedad entre la razón y la fe, entre filosofía y teología, sin dejarse arrastrar por el abismo medieval del sometimiento de la política a la creencia religiosa. Ese punto de modernidad le es muy rentable, pues es algo que el islam no puede aportar. Bien es verdad que el cristianismo se opuso con todas sus fuerzas a la democracia y condenó sin miramientos el mundo moderno, pero acabó asumiendo que la religión no podía ser el fundamento político de la sociedad moderna.

Lo que no acepta Benedicto XVI es que el lugar del cristianismo en la sociedad sea un rincón o la sacristía. Es aquí donde su discurso se hace digno de ser debatido. Por un lado, recomienda al cristianismo que no se ande en malas compañías, protestantes sobre todo, porque han construido una creencia sin anclajes en la razón. Por otro, se enfrenta a quienes han hecho de la ciencia el modelo ideal de racionalidad; les recuerda que la ciencia vale lo mismo para un roto que para un descosido, para descubrir la penicilina o para inventar la bomba atómica. Si la ciencia tiene que saber por qué y para qué investiga, mejor contar con la complicidad del cristianismo.

¿Qué decir de este complejo discurso De entrada, que la cita de Mahoma era lo de menos. Lo importantes son sus ideas de fondo. Primero, ¿se puede decir que Europa es cristiana Europa debe mucho, por supuesto, a Atenas y Roma, pero también a Jerusalén y a la Córdoba musulmana. Este continente es impensable sin las tres culturas. Segundo, ¿el cristianismo tiene que ser eurocéntrico Es una tesis harto discutible. Jesús era judío y nada impide que la catolicidad del cristianismo se encarne en otras culturas.

Donde el Papa, sin embargo, pone el dedo en la llaga es en el destino de una razón que se empeña en identificar sus fronteras con las de la ciencia. Esta puede ser una ra- zón sin compasión, y para cargarla de humanidad tiene que repensar su relación con las grandes tradiciones culturales de la humanidad. El Papa apunta ahí a un problema que cada vez ocupa más a la razón secular: ¿Cómo defender con la propia vida valores que han nacido de la religión, como la igualdad, la fraternidad o la justicia absoluta, sin el cultivo de las tradiciones que les dieron vida El que sea un Papa conservador quien suscite estos interrogantes no debería ser óbice para tomarlos en consideración o para gastar provechosamente algo de la tinta que tanto corrió por una torpe frase sobre Mahoma.

*Profesor del Consejo Superiorde Investigaciones Científicas (CSIC)