TEtn reciente artículo, José Antonio Marina ha escrito que vivimos en una sociedad deslenguada . Y tiene razón. La palabra soez y el exabrupto es algo común; el desliz malsonante, el insulto grosero se pronuncian demasiadas veces. Se podrá argüir, tratando de justificar tal conducta, que los españoles somos así, viscerales y bravucones, incapaces, por tanto, de embridar tales eructos orales, subiéndonos a las barbas del vecino, por cualquier fruslería. Pero son razones sin peso que intentan camuflar una simple falta de educación. Eso, una flagrante falta de educación. Llamemos a las cosas por su nombre.

Y, a faltar ésta, surge la proliferación de tan rudo comportamiento, a cualquier hora y en cualquier lugar. La tele --cómo no-- es paradigma de diálogos y comentarios-basura, donde, como dice Lázaro Carreter , no pocos entrevistados aprovechan el micrófono para vomitar en él , abundando ejemplos señeros en que el dicterio y el taco de turno, característica de nuestro tiempo , al decir del autor de El dardo en la palabra , se hace cada vez más natural. Y qué decir de los políticos que, con sus venablos lanzados como proyectiles, suelen alcanzar cimas de triste ejemplaridad, en confrontaciones donde el calentón de boca se repite demasiadas veces, llegando a causar estupor al ciudadano de la calle...

*Escritor