WTw odos los datos del sector turístico español apuntan a que el año se cerrará con cifras que desbordarán las previsiones y superarán las del anterior ejercicio. De enero a julio han visitado España 33,3 millones de turistas, el 5,3% más que en los siete primeros meses del 2005. Un buen comportamiento que también queda reflejado en el balance del mes de julio en la comunidad extremeña.

Extremadura sigue en la cola de preferencias como destino turístico en España, pero los datos de la Encuesta de Coyuntura Turística Hotelera publicados ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan un aumento en la comunidad autónoma del número de turistas, tanto nacionales como extranjeros, con respecto a la misma fecha del pasado año, así como un crecimiento del número de pernoctaciones y de estancia media, que ya se aproxima a los dos días. Y eso, en sí, ya supone un avance importante.

El número de viajeros que han llegado en julio a la región ha crecido un 6,3%, alcanzando los 90.135, es decir, 5.343 más que en el 2005. Como ha ocurrido en el último año, las mejores cifras han vuelto a ser las de los extranjeros, cuyas visitas han crecido casi un 16%, mientras que el aumento del turismo nacional se ha quedado solo en un 5%. Así, 78.427 turistas españoles han viajado a la región en julio por los 11.708 extranjeros que han hecho lo mismo

LAS SOMBRAS Sin embargo, en España, lo que las estadísticas no recogen, pero obligan a matizar las dimensiones del éxito, son los desequilibrios derivados del modelo de crecimiento turístico. La estacionalidad del empleo, el impacto negativo sobre el territorio y la línea de costa, la especulación, la corrupción --recuérdese el escándalo sonrojante de Marbella-- y la proliferación de instalaciones insostenibles son algunos de los aspectos negativos a tener en cuenta. Y en un periodo de sequía prolongada como el presente, los problemas que se derivan de la gestión de unos acuíferos a menudo insuficientes para atender a unas necesidades de consumo disparadas.

No por sabido puede pasarse por alto que muchos de los problemas de agua de la Comunidad Valenciana y de Murcia obedecen a una desastrosa planificación del territorio. Parques acuáticos, campos de golf, piscinas particulares y otras instalaciones por el estilo han alimentado algunas de las epidemias de la sociedad posindustrial que se abaten sobre la costa levantina.

Sería irresponsable que las administraciones autonómicas y locales y los empresarios del sector se sumergieran en la autocomplacencia, y no afrontaran la necesidad de corregir los costes social y medioambiental de un desarrollo turístico masificado y despegado de las características del territorio. Sería tanto como pensar ilusamente que España ha dado con el cuerno de la abundancia que nunca dejará de manar. El turismo pesa demasiado en el conjunto de la economía española como para fijarse sólo en el crecimiento.