Luis Bárcenas , tesorero y senador del PP por Cantabria --donde, por cierto, nunca le ven el pelo--, debería dar un paso atrás por el bien de su partido. La realidad es muy otra: él no está por la labor ni la dirección de su partido parece estar por la labor de pedírselo. Al contrario. Con Rajoy a la cabeza, la dirección del PP se empeña en arroparle más allá de lo razonable, con argumentos tan extravagantes como hacerse de nuevas sobre las acusaciones que pesan sobre el personaje. "Yo no soy un inquisidor", alega el presidente del partido frente a las voces propias y ajenas que le piden distanciarse de Bárcenas antes de la declaración de éste ante el Tribunal Supremo como imputado por un supuesto delito fiscal y otro de cohecho.

La resistencia de Rajoy a ejercer de inquisidor es muy respetable, Y además, perfectamente compatible con su deber de preservar la imagen del PP. En términos de imagen, un ámbito distinto y distante de las dinámicas judiciales, incluido el derecho a la presunción de inocencia, este partido está pagando un coste político por las malas prácticas no del partido sino de un determinado dirigente. Por tanto, acierta el portavoz, González Pons , al reclamar para el PP la condición de "perjudicado", a la vista del ostensible perjuicio que Bárcenas le está causando. Sin embargo, el partido perjudicado asume el papel de defensor del causante del daño. Un contrasentido.

Respecto a la presunción de inocencia puede estar tranquilo Rajoy. Es una institución garantizada en los ámbitos judiciales. Se aplicará con todas las consecuencias a los Bárcenas, Merino, Galeote, Camps, Panero, Martin Vasco , etcétera. (señalados miembros del PP enganchados por la trama empresarial del tal Francisco Correa , uno de los invitados a la boda de la hija de Aznar ), sean los tribunales ordinarios o superiores.

Otra cosa son los climas de opinión generados en el Parlamento o en los medios de comunicación. En el hábitat de la confrontación y la lucha por el poder, la presunción de inocencia es como mucho una buena práctica que, a diferencia de lo que ocurre en los ámbitos judiciales, nada ni nadie puede garantizar. Es más, en el campo político y mediático, un campo de batalla en realidad, lo que funciona hasta el agobio la presunción de culpabilidad. En todas las direcciones. Ahora le toca al PP. Hasta el punto de ponerse en cuestión la honorabilidad de las siglas y la de su máximo dirigente.

Por eso tuvo sentido el reciente clarinazo del diputado Vicente Martínez Pujalte , cuando invitó a Luis Bárcenas a reflexionar sobre su continuidad en el partido. Expresó un creciente estado de opinión interna, aunque el discurso oficial sigue siendo el de esperar y ver hasta saber de qué se acusa a Bárcenas. Como si fuera un secreto. Eso no es ganar tiempo sino meterse algo más en el charco.