Cuando la economía va bien, si año a año crece la renta per cápita, el gasto público aumenta sin que suban los impuestos y la Seguridad Social está en superávit, la tentación de minimizar los problemas o aplazarlos, a ver si se resuelven solos, es muy fuerte. Por muchos peros que se pongan, la economía española lleva más de una década creciendo por encima de la media europea. Era un secreto a voces que el diferencial en la tasa de crecimiento se debe a la incorporación masiva de inmigrantes al mercado de trabajo, la mayoría procedentes de países que no pertenecen a la UE. Ahora se reconoce institucionalmente y numerosos estudios cuantifican el valor añadido, que trasciende la mera ocupación de los puestos de trabajo que no quieren muchos españoles. Han sostenido y sostienen un modelo de crecimiento económico basado en actividades de baja productividad. Y lo que no sorprende menos, mantienen un modelo de conciliación de la vida familiar y laboral a bajo coste.

XCONSTATADO QUEx los jóvenes inmigrantes aceptan los salarios más bajos, exigen poco y tienen alta movilidad, algo que ya conocieron los emigrantes españoles en otros tiempos y lugares, se comprueba también lo diferente que son las expectativas de los jóvenes españoles actualmente. Según los datos de una reciente encuesta, el 77% de los españoles menores de 30 años prefiere trabajar en su lugar de residencia, y el 65% ser funcionarios a empleados de una empresa privada, a igual sueldo y estabilidad. "Para el joven que prefiere la seguridad al riesgo, la percepción de que los vientos de la concurrencia, la deslocalización y hasta la crisis pueden afectar a cualquier empresa, pero no a la Administración que sostenemos todos los contribuyentes, es un estímulo muy potente", en opinión de Salvador Giner (Ver EL PERIODICO EXTREMADURA de 30.08.2006). Aunque resulten chocantes con las altas tasas de desempleo juvenil y con el discurso oficial voluntarioso sobre la productividad, la innovación y la iniciativa empresarial, estas valoraciones tienen su lógica mientras se disfruta de un largo periodo de prosperidad, quizás inesperada.

La difusión y la redistribución de esta prosperidad global explican en gran medida tanto el crecimiento económico como el aumento del gasto y del empleo de las Administraciones públicas en Extremadura. Aquí no se debe a una afluencia significativa de trabajadores venidos de fuera. El fenómeno nacional de la inmigración presenta grandes disparidades regionales. En un extremo se sitúan las comunidades autónomas donde su concentración ha provocado ya un cambio socioeconómico de cierta magnitud y, en el extremo opuesto, se halla Extremadura, la comunidad autónoma que menos inmigrantes ha recibido en términos absolutos y relativos.

No obstante, los flujos de trabajadores pueden modificarse con un cambio en el ciclo económico. Afectarían, en primer lugar, a los extremeños que salen temporalmente a trabajar en la construcción y la hostelería, donde concurren con los inmigrantes en la búsqueda de esos empleos de baja productividad y salarios bajos. Empleos duros e ingratos, pero cuya demanda superará la oferta, si se ralentiza la creación de puestos de trabajo en esos sectores. A medio plazo, también es previsible que los incentivos que operan globalmente en la economía española se trasladen a la región. Los inmigrantes, cuando conozcan mejor el país, pueden cambiar sus preferencias y prioridades, y elegir Extremadura como su lugar de destino.

La probable llegada de unas decenas de miles de jóvenes trabajadores, de los más de dos millones que se mueven por el territorio nacional, a una población de poco más de un millón de habitantes, estancada y envejecida, bastaría para modificar el contorno de la pirámide demográfica. El impacto cuantitativo y cualitativo sería mayor y más inmediato en el mercado de trabajo extremeño, con una población activa de 457.900 personas, 395.200 ocupadas y 62.700 desempleadas (EPA 2.º trimestre de 2006). Que puedan llegar inmigrantes no es per se una amenaza. Un proceso ordenado y legal de inserción que responda a demandas de empleo de las empresas extremeñas supondría una entrada de recursos desde el exterior y, por consiguiente, un aumento de la tasa de crecimiento potencial. La creación de empleos productivos genera más oportunidades de actividad y más empleo.

*Economista