Economista

Cada vez que aparece alguna encuesta a nivel nacional con datos comparativos de regiones, o somos noticia nacional por algún evento de relevancia, como lo ha sido la reciente aprobación de la reforma fiscal de Extremadura, o el anuncio de nuestro presidente Ibarra de sortear el déficit cero presupuestario impuesto por el Gobierno central en sintonía con las líneas maestras de la política económica y compromisos europeos, me llama mi amigo Juanchu cual mosca borriquera (en el argot ganadero la denominan mosca cojonera) para intentar convencerme de lo desafortunados que somos por estos lares y de las carencias que tenemos. Se remontó en su conversación a lo sucedido en 1973 en Estocolmo, cuando con motivo de un asalto bancario con diversos rehenes durante varios días, al finalizar el mismo con la liberación de los rehenes, una de las retenidas se despedía de su captor con un efusivo beso y grandes muestras de afecto.

Esta situación fue captada por las cámaras por tan extraño comportamiento y fue bautizada como Síndrome de Estocolmo . Después, estudiosos del comportamiento humano lo definieron como la respuesta emocional de afecto y/o gratitud que presenta el secuestrado hacia su secuestrador como consecuencia de la vulnerabilidad e indefensión que produce el cautiverio. Juanchu me dijo que los extremeños padecemos algo así como ese síndrome ante las perspectivas que se desprenden de la encuesta del CIS con respecto a nuestro Gobierno regional.

No podía entender que siendo el principal problema de los extremeños, (mayor incluso que a nivel nacional) el del paro (92%); que entre los pocos y nada interesados en la política de nuestra comunidad (76,10%); que más del 48% están poco o nada satisfechos con el funcionamiento de la comunidad, que sólo el 13% se encuentra satisfecho con vivir en esta comunidad, entendiendo por tal que se vive mejor, y que más del 34% cree que de todas las comunidades, es Extremadura donde se vive peor.

Obviamente, la lectura de la encuesta que me estaba haciendo era sesgada y parcial y yo le rebatía que en cambio estábamos muy satisfechos con nuestras infraestructuras (carreteras, obras públicas...) a pesar de no tener la autovía de la 630 terminada, ni Ave; con nuestro transporte público; con la protección del medio ambiente, con la educación e incluso con la vivienda...

Bueno, pues con la vivienda me dijo: ya verás qué pronto vais a dejar de estarlo, ya que vuestra reforma fiscal se ceba precisamente en la vivienda y a pesar de que a nivel nacional tengáis los precios más bajos gracias en gran parte al elogioso acierto de vuestro presidente de promulgar la que denominamos ley del kilómetro, para el próximo año sólo en aumento de fiscalidad tendrán que rascarse por término medio (viviendas de 15 millones) más de cuarenta mil duros de los de antes, más que ahora. Imposible, le respondí. En los anuncios de prensa que han estado saliendo con motivo de la tramitación de la ley decían que la vivienda nueva no tenía que pagar nada por el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales. Y me comentó: claro, pero es que antes tampoco, ya que pagaban por IVA y ahora el impuesto de actos jurídicos documentados os han puesto el doble, del 0,5% al 1%, y en transmisiones os han subido del 6% al 7%.

En un intento de justificación, recordé que había leído que con parte de esos ingresos se iban a dotar de ordenadores a muchos colegios y así se lo argumenté. "Pues ya era hora, porque has de saber que según el Anuario Social de España 2001 de la Caixa, sois, con Castilla y León, los que menos ordenadores por hogar y acceso a internet tenéis en España (17,4% y 5%, respectivamente)": Pues mira, le dije, a pesar de todo, el 60% de los encuestados aprueba a nuestro presidente, y el 42% califica su gestión entre buena y muy buena; el 61% cree que ha demostrado capacidad para defender los intereses de nuestra comunidad y casi el 54% piensa que ha demostrado honradez, aunque la mayoría de los extremeños estemos, según la encuesta, poco o nada informados de las actividades del Gobierno y del parlamento autonómico.

"Pues por eso te digo que padecéis el Síndrome de Estocolmo ", terminó diciéndome.