La espeluznante pesadilla del Airbús de la compañía Germanwings que se estrelló el pasado martes en los Alpes franceses con 150 pasajeros a bordo avanza entre el dolor por la pérdida de tantas vidas humanas y el estupor que día a día está revelando la diligente investigación de la tragedia.

Mientras todas las pesquisas iniciales apuntaban hacia la posibilidad de un fallo técnico del avión antes que a un error humano, las revelaciones de la única caja negra recuperada vinieron a dar un sorprendente golpe de efecto: el aparato se había estrellado por una decisión deliberada del copiloto, Andreas Lubitz, que se parapetó solo en la cabina de la nave. La perplejidad de tal información obligó a los investigadores a dar un giro radical a su trabajo para tratar de dibujar el retrato psicológico del presunto piloto kamikaze. La incógnita tecnológica dejó paso al factor humano y el asombro aumentó al conocerse el historial de problemas mentales del copiloto, que tuvieron continuidad desde su periodo de formación hasta hace escasamente 15 días cuando acudió a una consulta médica para una "clarificación" de un diagnóstico anterior. El registro de su vivienda ha añadido aún más desconcierto: documentos facultativos encontrados desvelan que Lubitz estaba en tratamiento y que incluso tenía un parte de baja laboral --hallado roto a pedazos-- para el mismo día del accidente y lo ocultó a la aerolínea.

Poco consuelo significará para las familias de las víctimas conocer que sus allegados perdieron la vida por la acción de una mente deteriorada. Pero la tragedia de los Alpes exige un repaso y modificación inmediata de algunos protocolos y rutinas por los que transcurre hasta hoy la aviación civil. El dramático suceso debe obligar desde ahora a que en todo momento haya en la cabina de control del avión dos personas, así como la revisión del contenido y frecuencia de los exámenes psicológicos de los pilotos que en este caso han revelado fatalmente inútiles.

Con todo, que el perfil psicológico del copiloto Lubitz ofreciera indudables lagunas --que deberían haber sido detectadas en su momento-- no puede significar que cualquier cuadro mental de depresión humana sea considerado como susceptible de acabar en dramas de estas magnitudes. Los laberintos de la condición humana son profundos y oscuros. Y nunca hay dos iguales.