TCtasualidad? No lo sé, no sé si la proliferación de series, noticias, reportajes, libros --el último el de los periodistas Carmen Enrique y Emilio Oliva --, sobre la figura de los Príncipes de Asturias se debe a la pura coincidencia, incluso al simple interés de los medios por todo cuanto hace o dice la pareja, o es que algo se está cociendo en los despachos del Palacio de la Zarzuela.

¿Pero qué se puede estar gestando, qué? Simplemente dar más relevancia a la figura del heredero, tanto en su vertiente pública como privada, con el fin de que cuando llegue la hora de la sucesión se tome por parte de los españoles, así como de los poderes políticos y económicos, como la cosa más natural del mundo. Un relevo generacional para evitar que don Felipe se eternice a la espera de que ocurra lo peor, con el desgaste que eso supondría para la imagen de la Corona y del propio heredero. Una decisión que creo yo que a estas alturas no debería asustar ni inquietar a nadie, y menos que a nadie a los interesados, toda vez que tanto la sucesión del Rey Juan Carlos como la del Príncipe Felipe están aseguradas. En primer lugar porque el Príncipe ha cumplido con los dos compromisos a los que le obliga el cargo: casarse y tener descendencia. Yo agregaría dos cualidades más: su magnifica preparación, tanto a nivel nacional como internacional, su conocimiento exhaustivo de la política española, así como de sus líderes, lo que le facilitaría mucho las cosas, siempre y cuando no tomase partido por ninguno de ellos, ya que la neutralidad ha sido una de las grandes bazas de su padre el Rey.

Superada su timidez, casi enfermiza, el Príncipe es después de conocer y casarse con Letizia otro hombre: más cercano, más simpático, más como son los de su generación, muy concienciados con su papel de padre moderno.

Cuentan Carmen Enriquez y Emilio Oliva en su libro Los Príncipes, preparados para reinar (Editorial Aguilar), que la vida en su residencia privada comienza a las 7.30 de la mañana, y que es don Felipe el que lleva todos los días a su hija la Infanta Leonor al colegio. Nada que no hagan millones de parejas jóvenes en todo el mundo, algo que ya hacía la Reina Sofía en su tiempo pero no el Rey Juan Carlos, por una cuestión de educación. Se decía entonces que los hombres de la generación del Rey estaban para hacer cosas importantes, no para llevar a los niños al dentista, para eso estaban las madres, fueran reinas o simples amas de casa. A Dios gracias los tiempos han cambiado y Letizia sabe lo que es hacerse la cama o limpiar la taza del desayuno antes de salir de casa. Obligaciones que le han curtido y le están sirviendo para dar otro aire a una monarquía que, aunque moderna, nunca había tenido entre sus miembros, a una periodista, a una trabajadora, a una mujer que sabe lo que cuesta una hipoteca.

A mí me gustaría que el Rey Juan Carlos fuera eterno, pero eso no es posible, porque comprendo que los tiempos cambian y las instituciones necesitan renovarse si quieren conectar con esa juventud desencantada, que ignora el papel del Rey durante la transición, y que lo que quiere es identificarse con las personas que les representan. Con una pareja que sintonice y entienda sus problemas y carencias.