TStiempre pensé que España es una excepción. Entre los países europeos con democracias consolidadas, el encuentro entre el líder del Gobierno y el jefe de la oposición suele ser algo casi rutinario. Aquí, sigue siendo algo fuera de lo normal, que altera la rutina de la vida política. Que Zapatero y Rajoy vayan a encontrarse el próximo martes no deja de ser una buena noticia, sobre todo porque rompe la tónica de lo infrecuente. Es una cumbre provocada por un acontecimiento excepcional, como ha sido la declaración de alto el fuego permanente de ETA. Otra buena, muy buena, noticia.

Este paso de ETA, que el Gobierno trató de negar que siga a un cierto período de negociación (alguna clase de negociación ha habido, como muestran estos días de forma contundente muchos medios), ha sido acogido de manera bastante positiva por la clase política y mediática. Claro que aún quedan algunas individualidades, que no colectivos, que se sentían cómodas con la situación anterior y que ahora perderán el protagonismo que les daba la amenaza etarra, por un lado, o la seguridad que da formar parte de un colectivo a quienes piensan que cuanto peor, mejor , por el otro.

Nada de esto debe pesar sobre el probable encuentro entre el jefe del Gobierno y el jefe de la oposición. Que España entre en una dinámica abierta por una oportunidad única para acabar con casi 40 años de pesadilla terrorista es algo que no pueden desaprovechar dos políticos que tienen tras de sí casi 22 millones de votos. Es mucha responsabilidad como para andar buscando ganar unas elecciones a costa de una situación que puede ser irrepetible. Zapatero, que es el protagonista del momento, tiene la obligación de ser generoso y reconocer el mérito que en el debilitamiento de ETA han tenido gobiernos anteriores; Rajoy, a su vez, no puede dejarse vencer por los más irreductibles de su partido, que se niegan a ver el más mínimo progreso respecto del pasado. Carece de sentido ahora el tono despectivo que hasta muy recientemente se utilizó desde el Gobierno con la oposición, como también están fuera de la realidad algunos lamentos en el sentido de que España se rompe , o ciertas sugerencias de que, en realidad, es ETA quien está tras el triunfo del Estatut inconstitucional y separatista (así lo he escuchado en algunos círculos) en Cataluña.

Y es que se está abriendo una nueva era no porque lo quiera el Gobierno o porque traten de impedirlo la oposición o algunos colectivos: una nueva era se inicia cuando los ciudadanos quieren que se inicie. Y nadie podría dudar de los resultados de una encuesta sobre el parecer de los españoles acerca de la tregua de ETA y sobre si la negociación que se abre merecería algunas concesiones menores a esos terroristas que parece que quieren dejar de serlo. Empeñarse ahora en reconstruir los peores momentos del pasado, las atrocidades cometidas por la banda, puede ser justo, pero resulta poco práctico.

Ya se sabe que la política hace extraños compañeros de cama. Zapatero y Rajoy no tienen ni siquiera que llegar tan lejos: basta con que pacten una mínima velocidad en las acciones a emprender y un contenido básico para la etapa reformista. Ni demasiado aprisa, ni el no por respuesta a cualquier iniciativa del Gobierno. Las elecciones aún quedan lejos y no hay por qué empezar ya la campaña electoral; no, al menos, con la virulencia que caracteriza a la recta final de la misma. Ahora toca construir y pensar en los españoles, no en siglas de partidos ni en las urnas.

*Periodista