Europa tiene un grave problema con el yihadismo y cualquier solución posible se presenta a priori como ineficaz. Prueba de la dificultad de la solución es que los atentados se suceden en las grandes capitales europeas sin que nadie haya podido detenerlos hasta el momento. Resulta más complicado desbaratar sus planes que abatir a tiros a sus autores.

Mientras escribo estas líneas, células terroristas están diseñando nuevos ataques. No es una suposición, es una certeza. Hace poco vi en El Español un mapa con las ofensivas yihadistas en todo el mundo: 10.328 víctimas y 939 atentados, ¡solo en 2017! El hecho de que el 95 % de las víctimas sean musulmanas solo podría consolar a un sádico. El único consuelo sería rebajar la cifra a cero, algo que se antoja política-ficción.

Decía que no es fácil combatir el terror. Pero déjense llevar por los expertos y podrán dormir a pierna suelta esta noche. Nunca nos faltarán gurús de medio pelo, esos vendehúmos que pretenden hacernos creer que es tan fácil dibujar una catedral en un pedazo de papel como levantarla en una llanura, piedra sobre piedra. Intelectuales de extrema derecha tratarán de convencernos de que la solución es expulsar de Europa a todos los musulmanes, sin excepción, incluidos aquellas personas de bien -la inmensa mayoría- que detestan el terrorismo tanto como nosotros; por otro lado, los intelectuales de izquierda tratarán de persuadirnos de que la culpa es nuestra y que debemos darles más mimos y abrazos. Lo triste es que en esta ocasión el término medio tampoco funcionaría.

El terrorismo yihadista seguirá sembrando las calles de sangre mientras alguien financie sus planes, y hay por desgracia demasiados idiotas colaborando en un crowdfunding del mal. El terror ha venido para quedarse y no lo vamos a frenar con bolardos y velas. La yihad es la peste negra del siglo XXI y la solución no tiene quien la escriba.

* Escritor