Hace unos días me llamó un buen amigo, y excelente compañero durante el tiempo en que ambos trabajamos en comunicación política. Tras las últimas elecciones, se quedó sin trabajo. El partido que gobernaba, al que nunca había estado afiliado, y con el que trabajó por pura coincidencia, perdió las elecciones. El ceso el mismo día que lo hicieron sus jefes. Desde ese momento no se ha encontrado más que puertas cerradas que le recordaban para quién había trabajado, y olvidaban sus años de formación, su experiencia y su profesionalidad.

Me llamó para contarme que había decidido tirar la toalla. Renunciar, por el momento, a un trabajo que le apasiona y al que dedicó sus últimos quince años. También para despedirse. Ayer cogió un avión sin billete de vuelta, con una maleta llena de esperanzas y una cuenta en el banco que solo le permitirá vivir holgadamente en otro país durante algunos meses, en los que espera encontrar un nuevo trabajo. Empezar una nueva vida.

El sábado, la asociación Harvard Spain (aglutina a estudiantes patrios en la prestigiosa universidad) celebró unas jornadas con el objetivo de analizar la circulación del talento español en el mundo, y reunió a personalidades del mundo académico y empresarial. Allí, se puso el foco de atención sobre la incorrección del concepto fuga de cerebros, que para ellos tendría, además del impacto mediático, una imborrable connotación política; y poner en valor el término circulación, como un recurso que se distribuye y se mueve de forma global.

En parte sí, en parte no. Es cierto que durante los años de crisis se ha utilizado el concepto de forma arbitraria, y como azote para los gobiernos europeos. Pero englobar todas las disciplinas y áreas bajo el de circulación, nos lleva a un reducción extrema. Porque si su utilización dentro del ámbito académico y educativo, al que pertenecen los miembros de Harvard Spain, me parece correcta; aplicarlo a situaciones como la de mi colega, al que se le cierran las puertas por haber trabajado con tal o cual, agrava aún más su particular, y triste, situación: forzados a dejarlo todo y huir.