Por desgracia no me estoy refiriendo a que los grupos se hayan sentado a negociar un pacto educativo que de estabilidad a nuestro sistema y que al menos cuente con el consenso de cuatro quintas partes, lo deseable, o al menos tres cuartas partes de nuestra clase política. Contrariamente a ello, y antes de saber si hay, habrá o dejará de haber Gobierno (el domingo lo sabremos o al menos intuiremos) el futuro es más que desesperanzador para que el deseado pacto llegue a buen término.

El Senado, con amplia mayoría del PP, acaba de rechazar que el Gobierno en funciones paralice el desarrollo normativo de la Lomce y tome las medidas encaminadas a derogar la ley, incluidas las nuevas evaluaciones finales de ESO y Bachillerato. El resultado en lo que llamamos la cámara baja ha sido esclarecedor para prever lo que ocurrirá si los grupos no se ponen de acuerdo en materia educativa o en elegir si parchís u oca. A la propuesta le han seguido 148 noes, 98 síes y 13 abstenciones, es decir, en el Senado se hará lo que diga el PP. Pero ahora vamos hacia arriba. Si esa misma propuesta no tuviera que pasar por el Senado, en el Congreso de los Diputados hubiese salido el sí, pues sumando los escaños de PP y ERC, que es quien se ha abstenido, el PP se hubiera quedado solo. Si traducimos lo ocurrido a un hipotético Gobierno en minoría y solitario, el desgobierno sería lo más probable. Pongo el ejemplo del pacto educativo porque recordarán que antes de saber los resultados de las segundas elecciones, en campaña, todos los grupos políticos sin excepción aunque con matices, solicitaban o exigían alcanzar dicho pacto, incluso quien ahora tiene potestad, no para derogar la Lomce, que nadie nos engañe, pero sí para evitar lo que se ha llamado efecto de las reválidas, ha rechazado lo que antes propuso como moneda de cambio.

Nuestro sistema educativo necesita de un pacto educativo urgentemente que esté por encima de intereses políticos. La desvertebración del sistema, respetando la individualidad autonómica, los recortes educativos, el profesorado, abandonado a su suerte y machacado por todos, el desfase curricular entre lo que queremos, competencias y lo que tenemos, academicismo… Un caos que solo un futuro pacto solucionaría.