Soy una alumna de segundo de Bachillerato, y el año que viene iré a la universidad. El problema es que no tengo claro aún qué carrera estudiar, y esto me está dando más de un quebradero de cabeza. Para una persona de naturaleza indecisa como yo, escoger representa un drama. ¿Helado de chocolate o de fresa? ¿Ir el sábado al cine o a la playa? Las disyuntivas siempre me han abrumado.

Ser libres para escoger es un derecho precioso, pero a su vez conlleva una gran responsabilidad y hace que te preguntes siempre si has hecho bien o si deberías haber escogido otra opción. Me encanta la investigación, y seguramente curse unos estudios de ciencia, como biomedicina, biotecnología o química. Aun así, como no puedo verme a mí misma en el futuro, jamás podré saber previamente cuál es la opción mejor, y ahí es donde radica la magia y la dificultad del libre albedrío. ¿Cómo elegir? ¿Cómo puedo encontrar mi vocación? ¿Me equivocaré? En medio de todas estas dudas nos encontramos la mayoría de los alumnos de último curso en el instituto. El futuro se nos presenta excitante a la vez que incierto. Se nos abren miles de puertas que dan a mundos maravillosos pero ¿seremos capaces de elegir la que nos conduzca a una vida más plena?