La reunión del G-8 (los siete países más industrializados del mundo y Rusia) que se celebra en Estados Unidos ha servido para la solemne puesta de largo del nuevo presidente de Irak, Gazi al Yauar (Mosul, 1958), un adinerado ingeniero con negocios de telecomunicaciones en Arabia Saudí, país en el que vivió exiliado desde 1988 hasta el año pasado. De religión musulmana suní, Yauar es miembro de la tribu de Shamar, cuyo jefe es un tío suyo, que fue quien le pidió que regresara a Mosul cuando cayó Sadam. Para encontrar el antecedente político más importante de la familia hay que remontarse al abuelo paterno de Yauar, que destacó en la revolución iraquí de 1921 contra la ocupación británica.

Desde que el ahora presidente entró a formar parte del Consejo de Gobierno Iraquí surgido en la posguerra, sus manifestaciones siempre han sido favorables a una soberanía plena y críticas con las fuerzas de ocupación, circunstancia que explica que el estadounidense George Bush prefiriera antes a Adnan Pachachi que a él. No obstante, a Yauar le han servido sus buenas relaciones con los gobiernos de los países vecinos (la esposa del príncipe jordano Abdalá pertenece también a la tribu de Shamar), así como con los kurdos y los shiís iraquís.

ANGEL SANCHEZ