WAw l mismo tiempo que EEUU y sus aliados de la OTAN se suman a los lamentos del presidente de Georgia al cumplirse el primer aniversario de la corta guerra que le enfrentó a Rusia, los negocios energéticos entre Occidente y los señores del Kremlin funcionan a todo gas. Los acuerdos para la construcción de los gasoductos Nabucco y South Stream, en la que participarán empresas occidentales y que promueve la firma estatal rusa Gazprom, no es solo una gran operación financiera que moviliza las finanzas internacionales, sino una forma de liberar a los clientes de Moscú --socios de la OTAN y valedores teóricos de Georgia-- de las estrecheces energéticas asociadas a los conflictos que periódicamente enfrentan a Rusia con algunas de las antiguas repúblicas soviéticas. Sea cual sea la posición oficial de la OTAN, sus socios europeos anteponen un problema logístico --garantizar el suministro de gas-- a otras consideraciones, incluida la solidaridad expresada por EEUU al presidente georgiano hace dos semanas. De forma que aunque en el plano teórico consideran no cerrada la secesión de Osetia de Sur y Abjasia que siguió a la guerra, en el práctico prefieren trazar la ruta de los nuevos gasoductos por territorio propio y ahorrarse sobresaltos. De paso, Rusia neutraliza la fuerza coactiva que el transporte del gas por Georgia --también por Ucrania-- puede tener en invierno, cuando los europeos están condenados a tiritar si la energía procedente de Siberia no llega a sus hogares. O, lo que es lo mismo, Georgia se queda sin el principal argumento para reclamar todos los días el ingreso en la OTAN.