TRtesulta que lo del civismo de los sajones no es por formación sino por lenguaje. Construyen frases larguísimas con larguísimas palabras y sólo al final colocan el verbo y dan sentido a la parrafada. Por eso no se interrumpen en las tertulias ni en las charlas, porque no saben con qué interrumpir, y escuchan con caras bovinas lo que les lanzan los interlocutores (porque no saben qué les están lanzando y por qué) que al acabar pondrán caras bovinas para recibir la larguísima respuesta. Los latinos empezamos con el sentido de la frase y nos interrumpimos a cada rato (a algunos como Ibarretxe no hace falta escucharles mucho al inicio de sus frases ya se sabe el final). Por eso gesticulamos tanto, porque necesitamos abrirnos paso a manotazos, mohines y saltos. Ibarretxe lanza salpicones de palabras y verbos que tienen un único sentido (que no es el de arreglar el tema de Izar en Sestao, ¡hasta ahí podía llegar!, ni ayudar a arreglarlo) y que como no es sajón, anticipa el final. En mitad de su discurso faltan todas las palabras de la Constitución, todos los tomos de la Historia de España e, incluso, el Código de Circulación. Y con toda razón en mitad de su discurso entramos todos con gestos y muecas.

Los sajones son más prácticos que los latinos porque después de escuchar un parlamento exhaustivo, se enteran y le dan sentido al oír las palabras finales. Nosotros somos más dados a la ironía, la lírica y el eufemismo porque cortamos los discursos por donde nos da la gana, les metemos una ración de gestos e interpretamos las frases mutiladas como Dios nos da a entender. No es por civismo (borrachos somos iguales sajones y latinos) sino por lenguaje.

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala