WPw robablemente, el sustituto de Pedro Solbes que hubiera tenido mejor recepción tanto en el interior como en el exterior del país era Joaquín Almunia, actual comisario europeo de Asuntos Económicos de la Unión Europea. El presidente del Gobierno no ha hecho ese relevo, que podría calificarse como de libro, aunque justo por su obviedad suponía caer en una cierta reiteración: Almunia ocupó en Bruselas la silla vacante de Solbes en el 2004, cuando este se incorporó al Ejecutivo español. Un excomisario por otro garantizaba la ortodoxia, pero hubiera dibujado un cierto círculo vicioso y, además, no está muy claro que José Luis Rodríguez Zapatero piense que estamos en una época en la que se deban aplicar las recetas clásicas. Más bien, al contrario.

El cansancio que mostraba Solbes en los últimos meses obedecía, en buena medida, a esas diferencias con la Moncloa y con otras áreas económicas del Gobierno. El es un técnico de formación convencional, cuya actuación siempre ha estado presidida por la prudencia y la aversión a los experimentos.

Cuando se incorporó al primer equipo de Rodríguez Zapatero, venía avalado por el prestigio de haber sido comisario europeo durante dos legislaturas, además de haber dejado los cimientos para el crecimiento económico de España de los últimos 15 años tras su paso por el Ministerio de Economía en la anterior etapa socialista. Cambiar el modelo de crecimiento de una economía es muy difícil --es una tarea de generaciones--, pero poner en orden las cuentas públicas, sanearlas y mejorar la dotación de recursos del Estado del bienestar sí está al alcance de un Gobierno. Y Solbes lo ha demostrado.

La disparidad de criterios con sus compañeros de Gabinete fue la señal de salida para que el PP se lanzara a su caza y captura como pieza fácil de batir al final de la anterior legislatura. El cara a cara televisivo que mantuvo con Manuel Pizarro hace apenas un año deshizo ese error y demostró a todo el mundo que es mucho más político de lo que algunos creían. En sus últimas declaraciones --en la toma de posesión, el miércoles, de Elena Salgado parecía otro hombre, relajado, incluso bromista-- se ha referido a sus 40 años de servicio público, sin distinguir entre sus periodos de funcionario, alto cargo, ministro --Agricultura y Economía-- y comisario europeo, dando a entender que ha desempeñado todos los puestos con el mismo empeño e idéntico estilo: tranquilo, ortodoxo y eficaz.