Así es la relación que siempre tuvo mi pueblo, Garrovillas de Alconétar, con las vías de comunicación.

Ya antes de que la MCP construyese la línea Madrid-Lisboa, por Cáceres, hubo sendos proyectos de unir por ferrocarril Cáceres con Garrovillas y Plasencia con Malpartida que, como tales, se fueron al garete. Es verdad que la MCP dotó a Garrovillas de una estación del tren , en su término municipal; pero a 12 kilómetros del pueblo.

Luego vino el salto de Alcántara y el ferrocarril y la carretera se alejaron de nuevo de Garrovillas. ¿De qué nos vale ser el tercer municipio de España, después de Madrid y Sevilla con más puentes del ferrocarril si nuestra estación, la de río Tajo, no es más que un monumento al absurdo? Y, por último, llegó la autovía y de nuevo se nos dio la espalda, dejándonos aislados y en el más absoluto olvido. Porque antes, en la N-630, había un cruce y en él un letrero que decía Garrovillas 9 ; pero ahora, ni eso. Ahora, quien venga del norte y quiera ir a Garrovillas o a cualquiera de los pueblos de la comarca llegará a las puertas de Cáceres y después tendrá que desandar el camino, por la antigua N-630 desde la autovía por un camino de cabras que, por mucho que le hayan lavado la cara con un riego asfáltico, supone un gran riesgo para la seguridad de los usuarios.

No parece ni lógico ni justo que una comarca que tenía acceso directo a una carretera nacional, al ser sustituida ésta por una autovía, quede totalmente marginada. Por tanto, creemos que se hacen necesarias dos medidas para terminar con tanto agravio. De una parte, se debe anunciar en el cruce de Hinojal la salida para Garrovillas y, por ende, para toda la comarca, y de otra, se debe ensanchar y corregir el trazado de un tramo de carretera, el que une la autovía y la N-630, que son apenas cuatro kilómetros, para convertirla en una vía acorde con los tiempos que corren y en pos de la seguridad de sus usuarios.

Leandro Monroy Blázquez **

Garrovillas de Alconétar