XUxna de las decisiones parlamentarias más trascendentes del final de la temporada es la referida a la ley por la que se autoriza el matrimonio entre homosexuales con adopción de hijos incorporada. Es uno de los cambios sociales que marcan etapas en la evolución de las libertades y de los derechos civiles de los ciudadanos y que son irreversibles, como se ha demostrado con otros importantes cambios de la democracia, siempre impulsados desde los partidos progresistas, sin que después fuesen suprimidos por la derecha. De modo que no es muy sincero ese escándalo que siempre organiza la derecha, como hace en esta ocasión.

La ley aprobada lo que hace es ensanchar los derechos de unos ciudadanos, sin perjudicar para nada los derechos de otros. Es una ley que no obliga a nadie y que consagra el principio de que nadie tiene derecho a meterse en la vida privada ni en la alcoba de los demás, algo tan elemental que produce sonrojo tenerlo que repetir. A partir de ahora, un colectivo de más de seis millones de españoles podrá beneficiarse de esta ampliación de sus derechos.

Muchos detractores de la ley dicen que están sólo contra la denominación de matrimonio y contra el derecho de adopción. Es rigurosamente falso.

Todos los detractores están en contra de los contenidos básicos de esta reforma legislativa, como ponen de manifiesto en cuanto les asalta un minuto de sinceridad. Y no digamos de sus asesores legales y sociológicos, como el paradigmático caso del tal Aquilino Polaino .

La explosión de júbilo el pasado jueves del colectivo homosexual, espoleada todavía más por el grandioso y muy generoso discurso de Zapatero en la antesala de la votación parlamentaria, fue el anticipo de la gran manifestación del orgullo gay de ayer sábado, que nadie dudará de que ha sido histórica.

Es un júbilo y es un orgullo positivos, que no van contra nadie sino a favor de los derechos civiles de todos. El PP y la jerarquía eclesiástica se equivocan profundamente y además caminan contra el rumbo de la historia. Que lo mediten tanto los unos como los otros.

La ley aprobada ensancha los derechos de unos ciudadanos, sin perjudicar los derechos de otros. Es una ley que no obliga a nadie y que consagra el principio de que nadie tiene derecho a meterse en la vida privada ni en la alcoba de los demás