WEws inadmisible que en el Ejército español del siglo XXI suenen todavía soflamas golpistas. Porque sólo así cabe considerar la arenga política que el jefe de la Fuerza Terrestre camufló, en el discurso de la Pascua Militar celebrado ayer en Sevilla, contra la propuesta de Estatuto en Cataluña. El teniente general José Mena Aguado admitió que el militar no debe hablar de política. Pero aun así despotricó. Y más grave aún: alertó de que el Ejército debía actuar "en defensa de España" si determinadas propuestas autonómicas superan unos pretendidos "límites infranqueables" fijados por la Constitución.

La soflama del general Mena es digna de aquel Ejército cuartelero salido de la dictadura franquista y heredero de dos siglos de aventuras militares golpistas que la democracia había reconvertido, para orgullo de la sociedad española, en unas Fuerzas Armadas que cotizan al alza en el tablero humanitario mundial.

El ministro José Bono ha citado para hoy al jefe de la Fuerza Terrestre. Esperamos que para destituirlo, como ha propuesto el propio jefe del Estado Mayor del Ejército. Mena ha vulnerado el papel que la Constitución otorga a los militares y, de paso, ha alimentado la crispación social que rodea todo este asunto.