WJwosé María Aznar tiene todo el derecho del mundo a expresar sus opiniones y a votar como quiera en el Consejo de Estado, principal organismo consultivo de España. Lo tiene, entre otras cosas, porque esos derechos están reconocidos en la Constitución que él tanto combatió en el momento de aprobarla. En estos tiempos de hipocresía hay que agradecerle, además, la sinceridad de su voto. Pero esa misma sinceridad retrata lo inmovilista que es, lo subjetivo de sus planteamientos y la excentricidad de sus criterios.

Inmovilista, pues vive aferrado a oponerse a cualquier cambio. Subjetivo, ya que quiso hacer valer la oportunidad/inoportunidad de las reformas, es decir unas consideraciones políticas, cuando el Consejo de Estado sólo debía decir cómo tienen que hacerse técnicamente los retoques propuestos.

Excéntrico, es decir raro o alejado de las posturas mayoritarias, pues perdió por 24 a 1 en una institución con pocos consejeros progresistas.

En el fondo, la lectura del voto de Aznar es muy clara. Siguiendo la línea que él mismo ha inspirado al PP, está en una línea de máxima obstrucción a todo lo que haga, diga o proponga el Gobierno salido de las urnas. Sea lo que sea.