La idea de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de declarar Bien de Interés Cultural la fiesta de los toros ha hecho fortuna: ya no es una iniciativa que se circunscribe solo a las comunidades gobernadas por el PP, como Madrid, Murcia y Valencia, donde previsiblemente su declaración saldrá adelante debido a las mayorías populares, sino también alcanza a los grupos parlamentarios de aquellas comunidades donde están en la oposición. Ayer le tocó a Extremadura. La portavoz parlamentaria del PP, Teresa Angulo, anunció la presentación de esa "propuesta de impulso" al tiempo que invitaba a los socialistas a sumarse a ella.

Angulo argumentó que la petición de declaración de Bien de Interés Cultural descansaba, obviamente, en el carácter cultural, y también en el económico y medioambiental de la fiesta de los toros. Se le olvidó a Angulo citar el principal argumento por el que este partido saca ahora a la luz este asunto: como reacción a la discusión que se está llevando a cabo en el Parlamento de Cataluña sobre si prohibir o no la fiesta en esa comunidad. Una reacción que pone de manifiesto que para el PP los toros, antes que un bien de interés cultural, son una actividad que ha venido a alimentar su actual interés oportunista. En este asunto Esperanza Aguirre y, como se ve, muchos más dirigentes del partido, están jugando el papel de pirómano y bombero al mismo tiempo: primero asegurando que lo que está ocurriendo en el Parlamento de Cataluña es una operación nacionalista de desafección a España (cuando lo que se está viendo son comparecencias de taurinos y antitaurinos a raíz de la admisión a trámite de una iniciativa popular que acabará como quieran los parlamentarios de esa cámara) y, después, y una vez establecida como verdad irrefutable el sentido anti-español de esa operación, ´defenderse de ella´ impulsando la declaración de Bien de Interés Cultural para las corridas como un modo de blindarlas ante una hipotéticamente futura prohibición. Es tan evidente el aprovechamiento exclusivamente partidista de este asunto que, en el caso de Extremadura, hasta los taurinos --en el fondo partidarios de declarar las corridas de interés cultural--, se han quejado de que este partido ha ido por libre y ni siquiera ha contado con ellos.

El buen sentido que ha mostrado el PP con las consultas soberanistas habidas en Cataluña al no plantarles cara y con ello no dar a nadie la oportunidad de participar en ellas para oponerse a los que no quieren que se celebren (el fracaso estruendoso de las mismas no podrá achacarse nunca a que hubo presiones para silenciarlas), lo ha perdido en esta ocasión: ha seguido el manual del mal político y puede crear un problema donde no lo había. Es de lamentar que José Antonio Monago, que en repetidas ocasiones se ha mostrado más cercano a Gallardón que a Aguirre, le haya seguido el juego en esta ocasión a la lideresa que tantas veces quiere hacerle la cama a Rajoy.