Javier Pedro Saviola (Buenos Aires, 11-12-81) vive uno de los momentos más felices de su carrera deportiva, apenas unas semanas después de estar en el otro polo, el de los olvidados. La llegada de Radomir Antic al banquillo del Barcelona ha cambiado completamente su faz: del jugador oscuro e intrascendente que deambulaba en el campo con Louis van Gaal al veloz e insaciable delantero con excelente promedio de goles desde el cambio de técnico.

En realidad, ésas han sido siempre sus virtudes, desde que creció en el barrio bonaerense de Bajo Belgrano, cerca del estadio Monumental, la catedral futbolística de todos los aficionados de River Plate, incluido él. Su aspecto frágil oculta a un competidor feroz y de poderoso espíritu, el mismo que le ayudó a marcar en su primer partido con el equipo de sus sueños, siendo juvenil.

Su fichaje por el Barcelona en el verano del 2001 resultó un paso decisivo en su carrera, aunque apenas recién llegado a la Ciudad Condal falleció su mayor fan, su padre.

Da la impresión de ser el típico chico al que todas las madres querrían tener como yerno. Y además, con sangre extremeña. Con simpatía y amabilidad conmovió a los componentes de la peña que se creó en la localidad de origen de su familia por parte de madre, Alía. Esa ascendencia le será también, aparte de sentimental, muy rentable: será comunitario pronto.