El torero Julio Aparicio , que el viernes en Las Ventas sufrió una escalofriante cornada que le afectó a la boca y por la cual pudo perder la vida, es un ejemplo de pasión por su oficio. Cuentan los miembros de su cuadrilla que, aun sin poder hablar por el daño que tienen las cuerdas vocales, se interesó por la corrida y por cómo fue el segundo toro que le había tocado en suerte, y que lo lidió El Cid.