Algunas veces he dicho ya que este nuestro parece un país feliz. Hay problemas, pero parece que no los vemos. Y, si los vemos, nos los echamos a la espalda con humor, ya que no con tolerancia ni, menos, con amor. Ahí tienen ustedes, si no, nada menos que al ministro de Justicia haciendo versos contra la oposición, y a la oposición, desde el Senado --la cosa tiene su importancia dada la inanidad de la Cámara, que debería llamarse Senada, porque nada es ni sabe--, respondiéndole con aún más horribles ripios que los ministeriales.

Y el caso es que temas de meditación en profundidad no faltan. Ahí tenemos el caso De Juana , mal explicado y peor resuelto desde Instituciones Penitenciarias, es decir, desde el Gobierno. O la controversia entre el fiscal y el juez Grande-Marlaska acerca de un nuevo procesamiento a Arnaldo Otegi . O la polémica que colea sobre la legitimidad de Acción Nacionalista Vasca para presentarse a las elecciones. O podríamos hablar de los pactos contra natura que se diseñan acá y allá para hacerse con el poder tras las elecciones.

¿Debaten todo esto en profundidad, aportando soluciones novedosas, en la Cámara Alta? ¿Acaso se ha iniciado en las mentes senatoriales un diseño de lo que debe ser la reforma de la normativa electoral, para evitar algunos espectáculos bochornosos de alianzas imposibles con tal de acaparar una parcela más de poder? Bien, si esto no se hace, ¿se ponen en marcha desde el Senado comisiones de estudio efectivas, como la de la reforma de la Constitución? ¿La profundización de algunos aspectos de nuestra democracia? ¿Tampoco? ¿Quizá algún estudio completo de utilidad, como las maneras de evitar los incendios forestales este verano, especialmente peligroso, dicen? Que no, que tampoco. Que están todos muy ocupados metrificando, lanzándole versos a la cabeza al señor ministro, que se ha convertido en el vate nacional, altísimo poeta en sus horas libres, que deben ser muchas. Aunque nunca tantas como las de los senadores, desde luego.

Lo dicho: un país feliz, que goza desafiando a la otra parte --las dos españas, ya sabe usted-- por las más variadas sandeces. Vuelven las justas poéticas. Y luego, toros y futbol tras la siesta. Y, por la noche, a leer poesía: las obras completas de Bermejo , nuestro nuevo Quevedo , y las réplicas metrificadas de sus señorías , émulas del Fénix de los Ingenios. ¿Estamos realmente en buenas manos?

*Periodista