Soy incapaz de poner en práctica el diario propósito de ignorar los medios de comunicación para que la apacible vida de mi larga jubilación no se vea truncada por una avalancha de fuertes emociones, confusión, incredulidad, tristeza, rabia que me acusan un profundo malestar al comprobar que siguen y aumentan las atrocidades y barbarie en el mundo. Aunque en España estos genocidios nos quedan lejos, lo que ocurre de puertas adentro, con tanta blandura, permisividad y tolerancia del Gobierno, tenemos verdaderos motivos para preocuparnos: un sin parar de mujeres maltratadas y asesinadas, ETA mejor que nunca, De Juana a sus anchas, paraiso de multitud de mafias, corrupción ilimitada etcétera. Un riguroso reconocimiento y un examen moral-mental a las personas, que la trascendencia de sus decisiones es el ser o no ser de otras, podría ser el primer paso para frenar el ascendente descrédito de la justicia, porque hay jueces que con sus sentencias sobrepasan los límites racionales, y el resultado es una solemne injusticia. ¿O no es demencial dar la custodia de dos hermanas adolescentes a un padre que antes las violaba? Son tantas las sentencias sin sentido, algunas inhumanas, que la sociedad perpleja y escandalizada no comprende, que jueces cuyas sentencias demuestran una mentalidad enfermiza, puedan usar la ley a su libre albedrío.

Emilio Puig Parcerisa **

Badajoz