WTwras las grandes manifestaciones de marzo, la nueva movilización de la comunidad hispana en EEUU en el Primero de Mayo --como medida de presión al Congreso para que apruebe una ley de inmigración integral-- confirma el creciente poder de los 41 millones de hispanos, el llamado latino power . La opinión pública se divide entre la represión de los 12 millones de sin papeles y su regularización, conscientes de su peso laboral y de que las reclamaciones latinas son uno de los más espinosos problemas de este siglo en la primera potencia mundial. El movimiento latino, sin líder, está dividido entre radicales y gradualistas, entre los que pretenden imitar a los negros desafiantes de los años 60 y los que quieren dar tiempo para que se apruebe una ley que al menos regularice a la mayoría. Los más integracionistas rechazan amnistiar a los indocumentados y preconizan programas de acogida y el reforzamiento de las fronteras. Pero la huelga del lunes demuestra la creciente toma de conciencia de los latinos en su justa aspiración de ser ciudadanos. Primeros síntomas del proceso imparable de un colectivo hasta ahora relegado, cuando no despreciado. Del Congreso y de Bush depende que se encauce el movimiento o se llegue a la exasperación.