TPtodríamos haber titulado esta columna de cualquier otra forma; pero me ha gustado la idea de poner ante nuestros lectores la variedad y riqueza literaria de todos aquellos tópicos que definen al "genio" español --lo que algunos "frikis" llaman ahora la "marca España", para asemejarlo a las marcas de prendas deportivas-- creando personajes y secuencias del pasado que siguen vigentes en esta dislocada actualidad de la España popular y algo "populachera".

De la variada idiosincrasia celtibérica han salido personajes muy originales y divertidos --típicos y tópicos--; como aquel don Juan Tenorio, que tan bien recreó José Zorrilla : un joven hidalgo sevillano, casquivano, calavera y mentiroso, que enamoraba condesas y monjas. O la cigarrera rebelde y engreída que se llamó Carmen, 'La de Ronda'. O la apasionada Dolores de Calatayud. El fanfarrón y valeroso Capitán Contreras, etc. etc. Pero, en mi modesta opinión, el prototipo social más conseguido y real de nuestra literatura ha sido el "Pícaro" --"Fígaro" le llamaron los franceses-- en todas sus reencarnaciones y personajes, como Lázaro de Tormes, Rinconete y Cortadillo, Guzmán de Alfarache, El Buscón llamado Don Pablos, o el citado Gil Blas de Santillana; escrita en francés, pero con acentos y elementos típicamente españoles.

Todos ellos, jóvenes descarados, deslenguados, agudos y fuleros; capaces de embaucar a nobles e hidalgos, engañar a ciegos --que veían más con su ingenio que con sus ojos-- enredar a clérigos y sacar provechos y beneficios de todas las aventuras que emprendían; colándose en la Corte, medrando entre los poderosos, esquivando a la justicia; pues ninguno de ellos aparece con intenciones moralizantes ni con deseos de cambiar sus formas de vida o sus costumbres, sino de marcar los caminos de engaño, ostentación, trapicheo y alcanzar la gloria sin trabajar seriamente.

XPOR ENTREx el enredado trajín actual de actos políticos, reuniones, bodas, presentaciones, mítines partidarios, etc. se ha ido colando en estos días un rostro anodino, de ojos glaucos, joven, sonriente, que disimuladamente va apareciendo en los "fondos de pantalla" de fotografías de prensa, "vídeos" de televisión o reportajes de publicidad popular. Porque --eso sí-- siempre aparece en actos y ceremonias del Partido Popular, rodeado de jerarcas de la misma cuerda, encargados de sonreír, aplaudir y proclamar las excelencias de sus patronos como "conductores de hombres"; con la oculta esperanza de que "A río revuelto, ganancia de pescadores" y hoy, las aguas hispanas están agitadas, emponzoñadas y llenas de pingües tesoros para los "buscones".

Por iniciativa exclusiva de ciertos medios publicitarios se ha dado a este personaje el nombre de "Nicolás"; pues, aunque verdaderamente se llama así como segundo nombre de pila bautismal, parece que nunca se le ha conocido como tal; ya que familiarmente --según su propia versión-- se le conocía como "Fran" entre parientes y amigos.

Sea como sea, lo cierto es que el "Pequeño Nicolás" ha desfilado por periódicos, programas de televisión, tertulias, entrevistas como una especie de duende sonriente, que aparecía y desaparecía ya desde que tuvo catorce años, entre políticos, empresarios, banqueros, sospechosos de fraudes y corruptelas; incluso en recepciones oficiales de la Casa Real.

Nuestro actual "Pequeño Nicolás" se va pareciendo demasiado a aquellos personajes de la novela picaresca de la España decadente y corrompida del siglo XVII; cuando la corte velazqueña del Alcázar de Madrid --con Felipe IV y Carlos II -- era un nido de oportunistas, aristócratas desvergonzados, especuladores y arzobispos inquisidores, que acabaron por hundir al reino en la miseria, la ignorancia y el desencanto.

Su "historia" picaresca está aún por escribir; no sabemos si algún autor de su entorno se arriesgará a hacerlo. Pues, según las entrevistas que va dando a unos y otros medios, él es un "espía" muy "espiado", con el teléfono "pinchado" y con el riesgo de verse encausado por conocer o revelar secretos de Estado que le han sido confiados por ser quien es. ¡O por mentir como miente, con su sonrisa picarona!

Todo ello nos suena a estar en presencia de Lázaro de Tormes, de Marcos de Obregón, de Guzmán de Alfarache o de tantos y tantos "modelos", representantes de una España corrompida, decadente y barroca. ¡Que tiene que cambiar de rumbo inmediatamente, cambiando de timoneles!