TNti el caso Gürtel ni su gestión por Rajoy resultan inteligibles sin situarlos en aquella combinación de paleoespañolismo, hidalguía en multipropiedad y pensamiento mal encarado que fue el aznarismo, el paradigma de la legislatura de la mayoría absoluta. Su origen fue probablemente aquel culto incuestionable a la eficacia gratis total . Aznar lo sintetizó como solo él sabía: "Teníamos un problema y lo hemos solucionado". Había que financiar y organizar las performances del partido. El Bigotes resolvía ambos problemas. Es la misma eficacia sin coste que persigue Génova: puesto que el primer mandato de sus votantes es echar a Zapatero , todo lo demás es secundario; solo hay que aguantar para ir bien. El culto a la eficacia indujo aquella pasión por los símbolos externos del éxito y todo lo que brillaba. Fruto de una mezcla sin complejos entre acudir a misa de ocho y la ética que Weber llamó del éxito, y sus iconos como distinción de los elegidos, nació la ética aznarista. La boda en El Escorial fue su máxima expresión: aquella loca carrera por ver quién llegaba en un coche más grande y con un vestido más caro. La misma ética que llevó a Rajoy a reducirlo todo a "un par de trajes"; propinas para los nuevos ricos. El resultadismo como criterio y el triunfo como exhibición derivaron en sensación de impunidad. Se volvieron descuidados, convencidos de que o bien nadie preguntaría o bien todo tenía arreglo con sus afines en los medios y la justicia. No es casualidad que la trama floreciera donde la mayoría absoluta es popular. La parsimonia de Rajoy o la tozudez de Aguirre , contratando hasta el último minuto, nacen en este sentirse invulnerables. Cuando la cruda verdad se abre paso, la respuesta es también la seña de identidad definitiva del aznarismo: la política de tierra quemada y la destrucción del denunciante por cualquier medio, como la mentira masiva del 11-M . La deriva hacia métodos mafiosos de Correa Corleone para seguir ordeñando sus contactos tampoco dista tanto del método Cospedal : coaccionar con acusaciones a todo aquel que se cruce en su camino, sea juez, policía o transeúnte. Y siempre ejecutado con una tenacidad y un desparpajo que empujan a todos los demás a sentir la urgencia de explicarse; menos al aznarismo y sus herederos. A ellos, el valor se les supone.