Más allá de la alegría por la liberación de Alicia Gámez, la cooperante secuestrada en Mauritania por fundamentalistas islámicos, cautiva durante 101 días, las circunstancias en que se ha producido plantean varias incógnitas de futuro. La primera es saber qué razones han inducido a los terroristas a retener a los compañeros de infortunio de Gámez, Albert Vilalta y Roque Pascual, que siguen en un lugar no determinado del desierto de Malí. La segunda es saber por qué los secuestradores han decidido acelerar el proceso de liberación de Gámez y en qué medida puede dilatarse la de Vilalta y Pascual.

Cuando con quienes se debe negociar es con personajes que tienen el perfil ideológico y psicológico de los integrantes de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), no queda más alternativa que hacer lo que hace el Gobierno: hablar poco y mover los hilos sutiles de los servicios de información y los intermediarios. Pero para los familiares y amigos de Vilalta y Pascual apenas es un consuelo saber que están bien. Porque para ellos resulta inquietante la posibilidad de que los secuestradores reclamen ahora la liberación de varios militantes salafistas encarcelados en Mauritania a cambio de soltar a los dos rehenes.

Acaso el comentario hecho ayer por Duran Lleida, presidente de la Comisión de Exteriores del Congreso, sobre las negociaciones relativas a Vilalta y Pascual --"están bien y supongo que seguirán con un ritmo distinto la misma suerte"-- tenga que ver con el cambio de estrategia del AQMI y la prolongación del secuestro. Y, por esta misma razón, es de prever que nadie ni en el Gobierno ni en sus aledaños quiera dar más detalles para no entorpecer las gestiones en curso, llenas de claroscuros como sucede siempre en estos casos.

En este sentido, es de agradecer que los grupos parlamentarios, al tiempo que se han alegrado por la liberación de la cooperante, no hayan querido entrar en la letra pequeña del desenlace. Cualquier político mínimamente informado sabe que en situaciones como la de los secuestrados en Mauritania o los atuneros abordados en aguas del Indico, los negociadores dejan siempre pelos en la gatera. Por esta razón resulta poco comprensible que el portavoz de Exteriores del PP, Gustavo de Arístegui, se reserve la posibilidad de pedir explicaciones por el alcance de las gestiones --el pago o no de un rescate--, cuando lo único que realmente importa es lograr que los secuestrados vuelvan a casa.