Testigos directos, y muchos otros referenciales, asistimos a las protestas de unos vecinos de Burgos, en relación a las obras de su barrio. Se ha escrito y pronunciado sobre todos y sobre todo. Oí decir a una de las vecinas que no entendía por qué se quieren gastar ocho millones de euro en esta obra, si el ayuntamiento debe mucho dinero, y ponía como ejemplo que estas Navidades han estado escasos en el alumbrado.

SE TRATA de una obra que no gusta, en general, a muchos. Pero también se trata de tomas de decisiones de unos dirigentes políticos que no conectan con el interés general, o con el sentir popular. La verdad que este tipo de reacción, al igual que otras que podemos observar, cuando se producen manifestaciones y en algunos acontecimientos deportivos, describen el subterfugio de una sociedad que a veces se ve arrinconada en su protagonismo.

EN ESTE país hay una democracia representativa que conforma la base de nuestro sistema político, pero esto no significa que la gente no se manifieste o critique cuando se toman decisiones que parecen contradictoria, y sobre todo, con falta de sentido común.

LOS CIUDADANOS del día a día, aquellos que se levantan, trabajan y se comprometen, que son muchos empiezan a estar cansados de no entender nada o casi nada. Se les ajusta en sus pretensiones económicas, se les manda mensajes contradictorios, de una grave crisis económica, pero siguen creciendo las grandes fortunas, y el nivel impositivo se inclina siempre a la clase media, la gran pagadora y sacrificada de este sistema.

Y, ASI Y TODO, se pretende que no se hable o se manifieste, de acuerdo, en este caso, a los denominados movimientos vecinales. No se trata de dar veracidad a situaciones por los hechos consumados. Esto se tiene que explicar porque en este trasfondo también está el presupuesto público, esto es, los fondos públicos capitalizados, casi ahorrado por los ciudadanos, y gastados, a veces, alegremente por algún que otro dirigente. Y la gente debe saber, debe conocer. La ley de transparencia habla de esto de la capacidad para ofrecer toda la información concerniente de los dineros públicos a los receptores y beneficiarios de los mismos, que son los ciudadanos de este país.

ES VERDAD, por otro lado, que a veces desde los medios se crean unas alarmas sociales que proyectan sentimientos y situaciones que no siempre son coincidentes con la realidad que se pretende reflejar.

PERO lo que sí es importante, y estos hechos significan que puede haber muchos otros casos parecidos, que el diálogo y la interlocución nunca se debiera perder. Puede haber aquellos otros que se aprovechan, y ya se saben que van a lo que van, pero esto se detecta. Lo que no se puede es obviar el problema y atrincherarse en posiciones inmovilistas. Los vecinos dicen, se manifiestan y señalan esto que se quiere hacer en el barrio no tiene nada que ver con lo que demandan, es costoso, y no se sabe muy bien para qué. Que es necesario hacer un bulevar, que son necesarias hacer cocheras --a costes altos--, que son necesarios otros servicios, puede ser.

PEREZ GALDOS, en su época, fue muy crítico con la clase dirigente, apuntando a la necesidad de velar por un interés general, por encima de todo. A la capacidad para enarbolar la bandera del consenso frente a los discursos frentistas. En este país, consolidada la democracia, hemos de mantenernos muy atentos a este tipo de discursos, aquellos que siempre se mueven a favor del interés general y muestran la mayor trasparencia. Porque el problema, a veces, estriba en la escasa capacidad de diálogo que es lo que impulsa cierto enervamiento entre los ciudadanos, que no se creen esas buenas intenciones. Desde luego, cuando uno habla de su barrio, se refiere al espacio más íntimo donde se desarrolla, el lugar en el que recala dentro del núcleo urbano, por esto, siempre es muy sensible.