Escritor

Si Llamazares fuera alto y delgado como tu madre morená saladá , sería el terror del hemiciclo. Ya lo es, aunque sea bajito, y la Rudí lo mira desde su altiva y avinagrada figura, como aguantándose las ganas de darle con el mazo en la cabeza, pero es que Llamazares es fundamental en ese hemiciclo, en el que desaparecido Felipe González, o Alfonso Guerra, todo queda demasiado blandito, como si Zapatero fuera el médico ese de niños que regala caramelos para no indigestar el mensaje, que es lo que le pasa a Llamazares, que le faltó un pelo para llamar por su nombre a los que matan, o hacen todo lo posible porque otros maten, que está tipificado en el Código Penal. Porque esta guerra recuerdan unos versos de Valhondo que escribiera para un musical mío que decía:

Vamos a la guerra/ cantando nuestra pasión/ que va rodando y rodando/ el tanque de la ilusión.

Estuvo duro Llamazares, pero duro con altura, arrojando al rostro de la triste figura de Aznar verdades como puños, muy duras, pero necesarias, que deberían servir como cauterizante, aunque me temo, por lo que se veía en el gallinero del Partido Popular que llevaban muy mal sus palabras, y las de Zapatero le dan alas por educado y respetuoso que es.

Ojalá la figura pequeña, lacerante y emotiva de Llamazares sirva a los comunistas extremeños, que vetan la lectura del comunicado del no a la guerra a una persona que nos merece un gran respeto. Conmigo están disculpados y hasta considerados. Estoy de vuelta de todo, hasta de la carta del doncellón . A Badajoz es muy difícil explicarle a estas alturas quien soy yo, y los que me odian, me engordan.

Todo esto pone en valor las palabras de Sadam Hussein, dando 48 horas a Bush, para abandonar los Estados Unidos. Entre sátrapas anda el juego. Y nosotros de monaguillos.