TCtuándo ponemos fecha al fin del (extenso) período vacacional en España? Pues cuando empieza la Liga. Ya, ya. Lo sé. Que a usted no le gusta el fútbol, que está hastiado de que se comente hasta el peinado de los futbolistas y le da un higa que los tipos estos se pongan a pegar patadas al balón (eso si hay suerte) y que le escaman las populares manifestaciones porque haya equipos que pierdan la categoría o no sé qué... consuélese: la otra opción es depender de la vuelta de los "elegidos" al Congreso. Y esos no cambian ni de peinado. Y eso que asesores de imagen tienen (y pagados, lo que es peor, visto los resultados...).

Pues el fútbol está ahora inmerso en su pretemporada, que tiene una especie de sucedáneo de realidad en la Supercopa de España. Que enfrenta, este año, a los dos principales equipos de la capital de España. Ya saben: duelo fratricida, rivalidad histórica, revancha de todos los agravios y reveses pasados presentes y futuros. Todo ello regado con la verborrea deportiva-épica-castrense que rodea al fútbol moderno en su vertiente mediática. La (sana) irrupción del Atlético, en su vuelta a su sitio natural, como contendiente del duopolio Real Madrid-Barcelona ha traído una curiosa conjetura, que es muy llamativa: La minusvaloración de los títulos ganados por los dos grandes por sus abultados presupuestos y la injusta diferencia entre ellos y el resto.

Ustedes ya saben que esto, en realidad, no va de fútbol. Pero tengan un poco de paciencia. El caso es que existe un descompensado reparto de los ingresos televisivos que sigue, poco a poco, desnivelando la competición y restándole competencia e igualdad. Lo que en el fondo no es más que quitarle atractivo, ya seas de uno de los dos equipos o no. Todo esto es cierto y convierte en hazañas éxitos como el rojiblanco de la temporada pasada. Vale. Pero paremos un momento: ¿es esto argumento suficiente para restarle méritos a los triunfos de los dos equipos? De hecho, no son el equipo financieramente más valioso del mundo (Manchester United) y, además, existe una plural "aristocracia" europea de unos diez-once clubes que se mueve en el nivel presupuestario y capacidad de maniobra de los dos gigantes españoles. Que, sin embargo, ganan más que los otros. Por tanto, aquello no es suficiente como explicación/excusa (nunca una sola evidencia lo explica todo).

XY LO ESx porque parte de una falacia: el problema nace en el poder económico de esos clubes. En España, tener tantos ingresos está mal visto. Nadie se pregunta por qué ingresan más y prefieren la queja de la diferencia presupuestaria, que es casi cómica en equipos que gastan 50-60 millones de euros en fichajes manteniendo una deuda astronómica con Hacienda. Lo cual es significativamente más grave, por su vertiente pública. Nadie quiere hacer un análisis que por sencillo da hasta apuro explicar: los dos grandes amplían cada año su base social (sobre todo, fuera de España), gestionan políticas agresivas de marketing, miden cada partida en función de sus futuros ingresos. Claro está que le quita romanticismo, que mercantiliza el deporte, pero es innegable que no tienen más ingresos por ciencia infusa ni por supuestos favores, o amaños que envejecen en hemerotecas inexistentes. Son, simplemente, empresas mejor gestionadas. Tanto que, incluso, me atrevería a decir que el deporte no ocupa, ni de cerca, el lugar prioritario en sus decisiones.

Que esto guste más o menos corresponde a sus seguidores, que debieran ser sus "accionistas" (sobre la naturaleza de la relación seguidor-cliente cabría un debate interesantísimo). Pero está claro que es un argumento que se compra fácilmente en España porque aquí consideramos que el que alguien haya hecho dinero está bajo (toda) sospecha. Claro que tampoco es que ser uno de los países más corruptos del jocosamente llamado primer mundo tampoco ayuda.

Pero es una barrera mental autoimpuesta por los españoles que debemos vencer. Tendemos a ver la mano negra de las influencias, de las malas artes, de los cadáveres en el armario en todos aquellos que muestran pingües beneficios o fortunas ganadas a pulso. Creemos en la maldad intrínseca de los beneficios, como si sólo existiera una cultura del pelotazo o del sobrecito. Lo cual es manifiestamente erróneo y una preocupante muestra de complejos.

Por cada Gowex, por cada Pescanova, hay cientos de empresas bien gestionadas, en manos honradas, de gente que se juega su patrimonio día a día. Gente que no va a ver nunca sus ganancias aseguradas. Gente que crea empleo y que no se acomoda. No hay pecado original en los beneficios, créanme. Lo que hay es un camino a seguir... pero seré realista: basta con que, al menos, no pongamos nosotros los palos en esas ruedas.