Historiador

Hay para algunos una especie de deporte que consiste en lanzarle piedras a los animales. Apedrear perros era un divertimento muy socorrido para holgazanes de todos los pelajes, aunque parece que ha ido remitiendo; pero aún hay algunos que le ven un morbo especial a maltratar animales con objetos contundentes. Es el caso de los que se acercan a las orillas de los ríos para lanzar guijarros contra los animales que se aproximan a beber, o que encuentran su realización personal contactando con la naturaleza para derribar algún nido en las ramas de los árboles, y ven incluso en ello una hazaña personal.

En Badajoz, la genialidad ha llegado a que algunos jóvenes y no tan jóvenes descubrieran una variedad del entretenimiento, arrancando adoquines del Puente Viejo, monumental y recién restaurado por la Junta de Extremadura, a su paso urbano por Badajoz, para lanzarlos a los patos que en gran cantidad deambulan por sus aguas. Podemos ver enormes trozos del suelo adoquinado, con las mutilaciones correspondientes y, a veces, patos muertos en las orillas, con el granito tallado a su lado, manchado de sangre.

Este atentado al patrimonio, a la vida, a la ciudad y a toda la ciudadanía, a veces se ve interceptado por la policía municipal que identifica a los delincuentes, si bien poca cosa más ocurre, pues la penalización es mínima, si la hay.

Sería necesario que esta acción, estas acciones incalificables tengan su correctivo firme y que el propio ayuntamiento, y cualquier otra institución que sufra atentados parecidos, ponga dispositivos no sólo humanos sino electrónicos y de grabación suficientes para impedir que queden impunes los que así perjudican a todo el colectivo social, no sacando otro provecho que el propio regocijo en su barbarie.