Muchas mujeres de Africa, América Latina y Asia mueren en el parto. Y otras tantas pierden a sus pequeños al poco tiempo de haberlos alumbrado. Por enfermedad, por carencias, porque sus pechos no dan la leche necesaria y tampoco disponen de agua buena para darles la leche en polvo que hace años les metieron por los ojos y el estómago las multinacionales.

Muchas mujeres del Sur no disponen de condiciones dignas para bien parir ni para decidir cómo. Esta semana que celebramos el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no vendría mal tener presentes a tantas mujeres que a lo largo y ancho del mundo carecen de medios y de condiciones para decidir ni lo más mínimo sobre su sexualidad y su reproducción, en primer lugar porque ni siquiera se les ha concedido lo que se les habría de respetar. En otras palabras, se desdeñan los derechos sexuales y reproductivos, no tienen acceso a anticonceptivos ni a unos servicios sanitarios públicos y dignos, y en muchos casos su maternidad no es libre, ni deseada, sino una imposición de un varón que fuerza (los espeluznantes casos de hombres armados que abusan y violan) o de unas estructuras religiosas que las obliga o invita a aceptar todos los hijos que Dios les mande (si es que Dios mandara a los hijos...). Y una maternidad que no es libre ni deseada ni se desarrolla en unas condiciones adecuadas difícilmente puede ser maternidad responsable. Y una maternidad para la cual los estados no procuran unas condiciones dignas ni ofrecen los servicios necesarios para que tanto la mujer como el recién nacido puedan desenvolverse de manera sana y adecuada es algo así como poner una soga en el cuello de la mujer, hacer uso de ella como posesión, como mero instrumento reproductivo o utilizarla puramente como elemento de placer del hombre.

Y las grandes multinacionales e instituciones económicas que siguen sin voluntad para distribuir gratuitamente o a bajo precio no solo las medicinas necesarias para las dolencias más comunes y perfectamente curables (gripe...) sino también preservativos y todo tipo de contraceptivos. Y el círculo que se cierra más y más, embarazos no deseados, mujeres tratadas como eternas menores de edad, enfermedades de transmisión sexual y VIH que se disparan como la pólvora, desagrado con el propio cuerpo que una no es capaz de cuidar debidamente porque no se lo permiten... Y estructuras económicas y religiosas opresoras que lo alientan y toleran.

XY EN AFRICAx subsahariana es difícil decidir sobre tu maternidad y en China si naces niña te buscas un problema y tus padres también. Y en unos sitios se impide que las mujeres tengan acceso a medidas de control de su natalidad y a cómo y cuándo quieren ser madres (si es que quieren) y en otros las medidas de control de natalidad y de qué y cuándo debe nacer las impone el Estado (y si desean ser madres varias veces que se fastidien). Y en ninguno de los casos la mujer (ya sea en solitario o con su pareja) decide.

Si en otros lugares faltan recursos, medios, voluntad... aquí en Europa algo falla, no dejan de aumentar los embarazos no deseados y cada vez son más jóvenes las chicas que abortan... Quizás no haya buena educación afectiva y sexual, quizás no conozcamos bien nuestro propio cuerpo ni sepamos bien qué hacer con él, quizás sigamos presos del machismo y de la posesividad... Y ojalá algún día la mayoría de las mujeres que sean madres (que decidan ser madres) lo vean como una bendición, como un deseo hecho realidad, como fruto del amor... y ojalá cada vez sean menos las mujeres a quienes se les impone lo que llevan dentro, a quienes se les obliga, a quienes no se les pregunta...

Y ojalá se reconozca en todo el mundo el derecho de las mujeres a ser madres o a no serlo. Que la maternidad pueda ser vivida como lo que es, una bella capacidad, una bella posibilidad; y no como lo que no es, una obligación, una exigencia o una necesidad.