WEw l último episodio relacionado con el estado de salud del presidente de Cuba, Fidel Castro, no hace sino confirmar, una vez más, la falta de transparencia del régimen de La Habana, como corresponde a una dictadura que está asociada a la figura de un líder máximo cuyos días se agotan.

Igual que ocurriera durantre muchos años en España con las enfermedades que afectaron al general Franco, en Cuba faltan noticias fidedignas pero en la calle abundan los rumores sobre el estado físico de Fidel, alimentados por sus contadas apariciones en público desde que se produjo el relevo provisional en la jefatura del Estado.

Tales comentarios casi siempre están vinculados --como también sucedió en la España de los años 70-- a las posibles salidas políticas que puedan darse en la isla cuando se produzca la desaparición de quien ha ejercido el poder absoluto durante décadas.

Por eso resulta excepcional que sea un médico español quien informe, desde Madrid, de que el presidente de los cubanos no tiene cáncer, sino que sufre un "proceso benigno". Y más sorprendente resulta aún que el doctor José Luis García Sabrido haya realizado algunas afirmaciones que se han interpretado como la posibilidad de que el líder de la revolución cubana pueda recuperarse y volver a tomar personalmente las riendas del país.

La polémica creada en España por la intervención de un médico que trabaja en el sistema público de la comunidad de Madrid es una muestra más de hasta qué punto las posiciones sobre el asunto cubano polarizan hoy la pugna entre derecha e izquierda.

Vaya por delante que el doctor García Sabrido y los responsables autonómicos madrileños hicieron bien, por elementales razones humanitarias, en acceder a la petición de las autoridades cubanas y atender y medicar a Castro. Las consideraciones políticas deberían situarse en un terreno distinto al de las sanitarias.

Lo que sí tiene menos sentido es la posterior reacción de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que fue enormemente desafortunada. Atacar al régimen cubano tomando como ariete la salud de su anciano y enfermo presidente no es el mejor camino para establecer una relación sensata con ese país en un momento tan delicado como el actual.

Esperanza Aguirre ha apostado por la línea dura frente al Gobierno cubano , que tan bien ha sabido vender entre el electorado del Partido Popular. Pero, en estos momentos, Cuba necesita de España y de otros países mucha diplomacia y mucho talento para poder ayudar a una transición hacia la democracia. La política de palo y tente tieso que se desprende de la declaración de Esperanza Aguirre no aporta nada en esa dirección.