Filólogo

Vuelve la ciudad monumental de Cáceres a medievalizarse con cueros, vidrios, alambiques, velas, perfumes, olores y otras muestras artesanales de la época. Es bueno que la ciudad esté excitada, viva y aunque el de ahora sea un pastiche genérico a la medida de todas las ciudades con casco antiguo, habrá que dar por buenas estas representaciones artesanas si consigue estimular, ilusionar, promover y dotar de pulso y tensión a la ciudad y al ciudadano y orientarle hacia estas plazas y rincones medievales, condenados a morir civilmente por falta de vida y de bullicio.

Pero habrá que ir pensando en otras actividades más ricas y autóctonas que ladeen, de algún modo, el reiterado aire de mercadillo que se está promocionando. Cualquiera imagina, incluso la edila de la cosa, que en el medievo la gente tenía otras tareas dignas de ser evocadas en este precioso escenario. Sería muy sugerente, además del teatro clásico, alguna justa literaria al uso medieval, desfiles de vestidos de época, trajes de cortes, gastronomía, exposiciones de pintura y arquitectura, conciertos de música y canto, necromancia, magia, exposiciones de manuscritos históricos, códices ilustrados, miniados, libros corales, palimpsestos, reales cédulas, pergaminos de Guadalupe, fueros originales, miniaturas, que aportaran un matiz diferente, en calidad y tiempo, y ayudaran a entender aquella sociedad de mercaderes, pero también de juristas, médicos, oradores, poetas, almanuenses, copistas, menestrales, pintores, filósofos, cambistas.

Una ciudad aspirante a la capitalidad europea de la cultura no puede contentarse con el estereotipo generalista para todo casco antiguo; debe ir pensando en sustituir el pintoresquismo de mercadillo por una efectiva acción cultural de fondo, que acredite y avale, por su diferencia cualitativa, la excelencia de su candidatura.