Las declaraciones de los dos líderes políticos de referencia en Reino Unido, Theresa May y Jeremy Corbyn, tras los recientes atentados en Londres, son desalentadoras. Y no tanto porque se alejen de la siempre exigida unidad contra el terrorismo, sino porque se alejan demasiado de la exigible verdad política. Uno de mis primeros artículos en este espacio (29/10/12), se titulaba ‘La gestión de la verdad”. Es un concepto que me gusta mucho porque parte de dos principios irrenunciables en política. El primero, que toda acción política debe estar basada en la verdad, jamás en la mentira. El segundo, que la verdad ha de ser administrada (tiempos, oportunidad, modo de comunicarla, etc, etc).

Cuando Theresa May dice o da a entender que el problema del terrorismo en Reino Unido es la excesiva tolerancia con la entrada de extranjeros, no administra verdad alguna: simplemente miente. Cuando Jeremy Corbyn dice o da a entender que el problema del terrorismo en Reino Unido tiene que ver con la carencia de recursos contra él, no administra verdad alguna: simplemente miente.

Todos dicen que el terrorismo es un asunto demasiado importante como para jugar políticamente con él, pero mientras dicen eso, no dejan de jugar con él. La única forma de hacer política nueva es abandonar la inercia de lo políticamente correcto, de decir lo contrario de lo que se hace o de concebir cualquier asunto, por trascendental que sea, como un espacio de batalla política.

Lo primero que habría que decirle a la ciudadanía sobre el terrorismo de origen islámico es que, en algunas ocasiones, es imposible de evitar. Es duro escucharlo, es duro leerlo, pero es así, y un gobernante tiene que ser honesto con la ciudadanía a la que representa. Lo primero en lo que ha de basarse cualquier comunicación política que se pretenda digna es el honor a la verdad.

UNA PERSONA coge un coche y, dispuesta a morir en el intento, lo acelera lo suficiente para ser imparable mientras atropella seres humanos a diestro y siniestro. ¿Cómo evitar eso? Es sencillamente imposible. No hay ninguna manera. Un acto terrorista así solo necesita de la voluntad firme de hacerlo y de un vehículo. Y como, de momento, y por suerte, no podemos leer la mente de nuestros conciudadanos, es imposible saber quién llevará a cabo un atentado de esas características, ni cómo lo hará, ni dónde ni cuándo.

Esto hay que explicárselo a la gente, administrando esta verdad de tal modo que transmita tranquilidad en vez de nerviosismo, de manera que sirva para hacer pedagogía política y no para instalar a la población en un falso imaginario de falsos culpables. Hay que explicarle a la gente que hay atentados evitables y otros que son inevitables, como inevitable es que un transeúnte saque un cuchillo del bolsillo y apuñale al primero que pasa.

¿Por qué no se hace? Es ingenuo pensar que es solo porque los políticos se mueven cómodos en un espacio de confrontación política del que pueden sacar réditos para sus organizaciones. También es ingenuo pensar que es solo por la inercia de la vieja política de argumentarios, medias verdades y mentiras adornadas. No se dice la verdad porque una verdad lleva a otra verdad y la verdad última es inasumible para la mayoría de los políticos en activo. Sobre el terrorismo igual que sobre cualquier otro tema.

Pero el tema del terrorismo es especialmente doloroso. ¿Y qué verdad última se encontrarían al final de la cadena de verdades? Reconocer que la firme voluntad de un hombre para matar es en ocasiones suficiente para matar sin que nadie pueda evitarlo, te lleva de inmediato a preguntarte de dónde le viene a ese hombre esa firme voluntad de morir matando.

El primer impulso es pensar que le viene de la locura o de algo muy cercano a la locura: el fanatismo religioso. Y aunque ese factor pesa mucho en el asunto, hay un argumento contundente contra él: siempre ha habido muchos locos y muchos fanáticos religiosos, pero este tipo de terrorismo es relativamente nuevo. ¿Cuál es, pues, la única, verdadera e innegable respuesta correcta?

Esa respuesta es que si analizamos en profundidad el origen de este nuevo tipo de terrorismo, justo allí, en su origen, tanto el Reino Unido como Estados Unidos y otros países occidentales tienen una gran responsabilidad geoestratégica por sus egoístas intervenciones en Oriente Medio. Y esta incómoda verdad es la que pretende taparse con tantas y tan demagógicas mentiras.