Después de la campañamás aburrida que se recuerda, en la que los dos principales candidatos llegaron a protagonizar un simulacro de debate, los resultados de las elecciones federales en Alemania otorgan el esperado triunfo a la cancillera saliente, Angela Merkel,de la Unión Cristiano Demócrata (CDU-CSU), de centro-derecha, pero su mayoría relativa y la ±amarga derrotaO de su socio, Franz-Walter Steinmeier, del Partido Socialdemócrata (SPD), confirmanel cansancio, la confusión y el desinterés de laopinión pública.

El escrutinio refleja, además, los efectos perversos de la coalición de los dos grandes partidos, que socava la identidad de los implicados y frustra la alternancia como base de la democracia.

Los malos resultados tanto de la CDU-CSU como del SPD, valedores de un consenso a veces paralizante, no solo explican la apatía y el récord de abstención (28 %), sino también el avance de los partidos menores o bisagras: el derechista Partido Liberal (FDP), que volverá al Gobierno, y la izquierda poscomunista (Die Linke), cuyo éxito se debe, ante todo, al retroceso histórico de los socialdemócratas. La victoria de la CDU-CSU queda empañada por la mediocridad del resultado (33,8 %), el peor desde 1953. Merkel seguirá, pero la derecha más dura, irritada por la fuga de votos hacia los liberales, arreciará en sus críticas. Los Verdes parecen haber agotado su progresión al ser el menos votado de los cinco partidos.

La coalición propiciada por Merkel de la CDU-CSU con el FDP significa no solo el retorno a las viejas costumbres políticas, sino también una inflexión derechista, una mayor condescendencia hacia Washington en la guerra de Afganistán y decisiones controvertidas, como la reducción de impuestos, la prolongación de la vida de las centrales nucleares y la oposición inequívoca al ingreso de Turquía en la Unión Europea.

También habrá de frenar los cantos de sirena del nacionalismo económico y gestionar el envejecimiento galopante de la población, el más acelerado del mundo. Los resultados debilitan la estructura política tradicional (cinco partidos en vez de cuatro) y abren un periodo de transición y probable inestabilidad, un virus político desconocido en la República Federal que golpearáa una sociedad en mutación. El SPD deberá reflexionar sobre su anatema contra Die Linke si la izquierdaaspira a forjar una alternativa capaz de restañarlas heridas de la guerra fría.