Desde que se convirtiera en presidente de la Diputación de Badajoz, el villanovense Miguel Ángel Gallardo ha cosechado un buen puñado de titulares a cuenta de su cruzada contra las denominaciones, los azulejos y las placas en las que un equipo de --dizque-- expertos ha intuido, vislumbrado o certificado que existen vestigios franquistas.

Esta misma semana, el susodicho volvía a saltar a la palestra, una vez más, a cuenta del mismo tema. En esta ocasión, la razón ha sido el envío de cartas, a 70 municipios de la provincia, en las que se informaba, a otras tantas corporaciones municipales, de que en sus localidades existían vestigios franquistas, y de que debían eliminarlos, arrancarlos o borrarlos, bajo amenaza de privarles de subvenciones, procedentes de la diputación, si no cumplían con el requerimiento formulado.

Y, claro, a cuenta de esto, uno no puede por menos que imaginarse al presidente Gallardo, subido a lomos de un Rocinante motorizado, y embistiendo, lanza en ristre, a un montón de azulejos con nombres de calles, a chapas de viviendas de VPO del franquismo, y a alguna placa o símbolo con añejos motivos.

No quiero decir, con esto, que el presidente de la diputación esté loco (¡válgame Dios! ¡No se me ocurriría!), sino que tiene una cierta obsesión con un pasado que, afortunadamente, quedó ya muy atrás en el tiempo. Y sí quiero aludir, sin embargo, a un hecho objetivo: el político villanovense está viendo «gigantes» donde solo hay «molinos de viento».

Porque, puestos a buscar vestigios de la dictadura, el señor Gallardo y su equipo de --dizque-- expertos, no deberían haber tenido que escudriñar cada rincón, de cada calleja, de cada pueblo de la provincia. Porque tienen a su alcance vestigios franquistas tan visibles y descomunales como las presas, embalses, pantanos, canales, y decenas de poblados de colonización que se construyeron, desde los cimientos y hasta las cúspides, por mandato del dictador.

Pero, claro, no van a dejar sin agua y sin viviendas a regantes y ciudadanos en estos tiempos de sequía y crisis. Es más fácil, y --permítanme la ironía-- más valiente, emprenderla con un montón de azulejos y pedazos de chapa y granito.

Si se quiere hacer una verdadera labor a favor de las víctimas de la dictadura, que se ayude a los familiares, que así lo deseen, a encontrar a sus seres queridos, para poder darles una sepultura digna. Porque quitar azulejos, y arrancar chapas y placas, no va a confortar, ni ayudar, a nadie.