WCwuando la Unión Europea quiso tener una moneda común, Alemania exigió que fuera estable como el marco. Cuando Alemania ha querido crecer como la UE, ha pedido sustituir el rigor por la suavidad en el control de las cuentas públicas. Francia se ha sumado a la petición. Ambos son más de la mitad del PIB europeo y aportan sus argumentos (unificación alemana y gasto militar francés) para pedir que el límite del 3% del PIB en que un país puede tener déficit se mida por periodos de hasta tres años. Reconocen así que la economía tiene ciclos y que cuando decae hace falta más gasto público. El acuerdo evitará el desgaste de la Comisión, cuya autoridad sancionadora estaba muy limitada por el eje París-Berlín.

Bruselas mantendrá su papel fiscalizador, porque formalmente el pacto de estabilidad sigue vigente, aunque con criterios más flexibles. A su vez, el Banco Central Europeo ya ha alertado de que la nueva política, más expansiva, puede afectar a los tipos de interés. Y España, que cumple el pacto de estabilidad gracias a las privatizaciones y al mayor crecimiento impulsado por el consumo interno, no debe olvidar la fragilidad que supone tener más inflación y una mala balanza comercial por la baja competitividad.