No es lícito permanecer o llegar al poder a costa de lo que sea. Al menos eso creía yo hasta hace muy poco. Ahora me lo creo todo. Me creo incluso lo que muchos nos temíamos: que la democracia, y por ende la libertad, están en retroceso. Me creo que algunos, muchos seguramente, admiten como verdad una mentira repetida mil veces por los medios de comunicación controlados por quienes a toda costa quieren mantenerse en el poder. Me creo la afirmación que he leído de Berlusconi, el máximo magnate de redes mediáticas en Europa, manipulador donde los haya, que no dimite --bueno, aquí tampoco dimite Urdaci, condenado por manipulación informativa, y no pasa nada-- y del que Aznar se jacta de ser amigo: "...el primero que es cliente de nuestros medios es aquel que, dominado por conocimientos abstractos y universales, se cree capaz de situarse al margen de los mismos. Al proceder así, nunca sospechará que está siendo integrado en lo que detesta. Pero, al cabo, se descubrirá protagonizando costumbres, actitudes, modos, etcétera, que, desde los ángulos de su vida, le vienen asaltando desde hace años. El más inteligente puede resultar la víctima más fácil". No tiene desperdicio. Pues apliquémonos el cuento y estemos ojo avizor. Deslindemos la paja del grano, tiremos de hemerotecas, de fonotecas, de videotecas o de simple memoria. En esa clave tenemos derecho a interpretar lo de las miles y miles de viviendas, lo de enlazar todas las capitales con líneas de alta velocidad, lo de más policías, empleo... y que la culpa de todo la tiene Rodríguez Zapatero.