Suelo ojear el periódico cada día para ver si encuentro inspiración para alguna de mis historias. No se crean, el periódico es la fuente más fidedigna que conozco para nutrirme de esa realidad que todo buen relato tiene que destilar para luego ser transformado y convencer al lector de lo contrario.

A veces encuentras joyas tan brillantes como esa del sacerdote brasileño que, por obtener un récord Guiness, se ató a cien globos de helio, salió volando y nadie lo encontró (porque llegó a la luna y decidió montar allí una colonia) o como aquella de la chica amputada sudafricana que ha logrado una plaza en su equipo para los próximos Juegos Olímpicos (y que acabará ganando a sus competidoras con una clara diferencia) o incluso como esa de la lista WIP del periódico del domingo en la que José Manuel Calderón descubre que uno de los tocayos que tiene y que pululan por el mundo con su propia página web a cuestas resulta ser cantante de bachatas (y le pide al nuestro que deje el baloncesto y le acompañe por América haciéndole los coros).

Otras veces, como unas cuantas en esta semana, encuentras noticias mucho más jugosas que las anteriores, sí, pero que te sientes incapaz de recrear. Por muy interesante que pudiera ser la recreación y la lectura de la historia del monstruo de Amstetten me resultaría incapaz escribirla, meterme en la piel de ese asesino y tratar de buscar sus motivaciones y deseos bajo esa expresión de cara fría, desafiante y, por qué no, terrorífica que todos hemos visto en la foto que se ha publicado en todos los medios.

Por eso hay ocasiones, como la de hoy, en las que es mejor inventarse las historias y dejar las noticias a un lado. Como esa del cacereño que en la clausura de la feria del libro encontró un sobre con tres mil euros y decidió invertirlos en la biblioteca pública. Hay veces en las que, por mucho que la realidad supere a la ficción, es mucho más saludable sumergirse en esta y olvidarse por un momento de que horrores como el de Austria existen, porque hay historias que no deberían ser contadas nunca, sean ciertas o inventadas.

Fernando Alcalá Suárez **

Cáceres